La cruzada de Francisco | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Agosto de 2018
  • Guerra sin cuartel a la pederastia
  • Una nueva era en la Iglesia Católica

No se detiene la cruzada del Papa Francisco contra los miembros de la Iglesia Católica que cometieron abusos sexuales. El titular del Vaticano está cumpliendo al pie de la letra su promesa en torno a cero tolerancia a los culpables de estas agresiones, así como a quienes las encubrieron.

En días recientes, el máximo jerarca católico escaló la ofensiva contra quienes faltaron a sus deberes eclesiásticos, ya sea por ser agresores de los feligreses o por omitir denunciar asuntos de tal gravedad.

Por ejemplo, impactó a cual más que el papa Francisco aceptara la renuncia del arzobispo australiano Philip Wilson quien hace apenas unos meses fue declarado culpable -e incluso con orden de encarcelamiento- por encubrir abusos sexuales por parte de un sacerdote pedófilo a un niño décadas atrás.

Y también la semana pasada el Vaticano había anunciado, en un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia Católica, la suspensión del influyente pero cuestionado cardenal estadounidense Theodore McCarrick, de 87 años, del Colegio Cardenalicio. Incluso se le prohibió ejercer su ministerio luego de que una investigación encontrara "creíbles" las acusaciones de abuso sexual en su contra.

Y no hay que olvidar tampoco que en Chile, país que el Papa visitó meses atrás, ya el Vaticano tomó cartas sobre las denuncias de pederastia contra muchos sacerdotes y los encubrimientos por parte de algunas de las máximas jerarquías. La actuación férrea de Roma al respecto llevó a que, en mayo pasado, los 34 obispos australes anunciaran su renuncia, al tiempo que no menos de 14 sacerdotes fueron suspendidos por supuestos delitos sexuales.

A ello se suma que el influyente cardenal australiano  George Pell, también está siendo enjuiciado en su país por presuntos abusos de menores.

Las actuaciones del Pontífice de origen argentino son consideradas como ejemplarizantes, porque no se quedan solo en el mea culpa y la petición de perdón a las víctimas, sino que se procede a las acciones eclesiásticas y judiciales del caso. Ya no hay asomo alguno de complicidad o encubrimiento. Por lo mismo miles de víctimas en todo el mundo han empezado a concretar sus denuncias contra los prelados que años y décadas atrás los agredieron sexualmente. Ya se dieron cuenta que no habrá más impunidad y que la Iglesia los acompaña en sus denuncias.

El Papa Francisco sigue dando ejemplo y es claro que marcó ya un punto de inflexión en la historia de la Iglesia Católica. Un punto de inflexión en dos escenarios: el interno, referido a que ese manto de impunidad que existió por décadas para esconder a los servidores eclesiásticos que faltaban a sus votos y abusaban de sus feligreses, ya no existe. Las nuevas generaciones de sacerdotes, religiosas y demás servidores de la Iglesia están notificados de que no se permitirá el más mínimo acto anómalo y que en los casos en donde sea procedente, ya no serán los tribunales propios los que asumirán las investigaciones, sino la justicia ordinaria.

Y un punto de inflexión externo hacia los practicantes de la confesión religiosa más extendida del planeta, en el sentido de notificarles que las ovejas descarriadas serán expuestas, apartadas y castigadas. Ya quedaron atrás las viejas prácticas de traslado inmediato de los señalados por casos de pederastia y abusos. También las gestiones de sus superiores para esconder los escándalos o incluso revictimizar a los afectados, acusándolos de enemigos de la fe o, incluso, pidiéndoles que como máximo sacrificio aceptaran mantener en secreto las agresiones.

El Papa Francisco, en su corto pontificado, ha logrado recuperar poco a poco la imagen y credibilidad de la Iglesia. Lo ha hecho dando ejemplo de autocrítica, de voluntad real y tangible para corregir los errores y, sobre todo, de recalcar la premisa aquella de que la Iglesia está al servicio de los feligreses, y no estos de ella.

Como se ve, la cruzada del titular del Vaticano no es discursiva ni superficial. Todo lo contrario, al señalar y sancionar no solo a los sacerdotes pederastas sino a altos y reconocidos jerarcas, está enviando un mensaje claro y contundente: cero tolerancia a los abusadores y encubridores. Muchas personas que se habían alejado de la fe, poco a poco vuelven a recuperarla. Todo ello gracias a las cruzadas misionales y doctrinales del papa Francisco.