Una espeluznante andanada de misiles verbales entre el presidente Donald Trump y Kim Jong-un tiene al mundo en un asfixiante estado de alarma y alerta. ¿Puede ser este el detonante de una tercera guerra mundial, una guerra nuclear?
Los más cercanos vecinos de Corea del Norte, Corea del Sur y Japón están en total alerta, China guarda un tenso silencio y Rusia, astutamente, observa.
El Presidente de los Estados Unidos enfurecido amenaza al coreano con retaliar: “con un fuego, una furia y un poder que este mundo jamás ha visto”, si el régimen de Pyongyang (capital de Corea del Norte) se atreve a continuar con las pruebas de sus misiles.
El régimen del coreano, casi burlonamente, responde amenazando detonar en los próximos días, uno de estos misiles a pocos kilómetros de Guam, una isla norteamericana en el Pacifico.
Desgraciadamente para el mundo se han encontrado dos personalidades explosivas e impredecibles, con una infinita capacidad de utilizar un lenguaje incendiario, no importa cuál sea su resultado. Dos ególatras capaces de trasgredir todas las leyes de la sensatez sin medir las consecuencias.
El líder coreano considera que esta pelea lo pone al mismo nivel del presidente del país más poderoso del mundo, eso en si ya es un gran triunfo; ha logrado sacar de sus casillas al “rey león”. Su abuelo Kim Il-sung y su padre, Kim Jong-il, Lideres Supremos de la República Democrática de Corea, de quienes él heredó el poder, estarían orgulloso de él.
Es importante tener en cuenta que el padre de Kim Jong-un tuvo como uno de los propósitos de su vida lograr desarrollar un misil nuclear intercontinental con el cual pudiera atacar, no solo a Corea del Sur y a su gran enemigo el Japón, sino dar un golpe nuclear en territorio estadounidense.
Por más de 20 años ese fue el objetivo del régimen que hoy encabeza su hijo, tercer miembro de la familia en ejercer el poder en Corea del Norte desde 1948. Hoy, el ejército de Corea del Norte, considerado el cuarto más grande del mundo, tiene ya la capacidad de desarrollar una bomba nuclear de dos kilotones, que la hacen dos veces más ponderosa que la de Hiroshima. ¡Dios nos ampare!
Para Kim Jong-un, un solo ataque nuclear a territorio norteamericano lo convertiría en un héroe. Para él, esto le abriría las puertas de la historia, no importa que cause la aniquilación de su nación, o un holocausto nuclear.
No nos equivoquemos; trágicamente, esta persecución descabellada de Kim Jong-un es cierta. No son pocos los enemigos de los Estados Unidos que aplaudiría este horror sin medir las devastadoras consecuencias de este acto letal.
Que la prensa enemiga declarada de Trump eche leña al fuego atacando y enfureciendo más al personaje, no ayuda en nada. Finalmente, la amenaza del loco coreano contra los estadounidenses es real y de alguna manera hay responder.
Esta crisis se ha venido formando de tiempo atrás. Las amenazas y los insultos no han sido ajenos a la situación entre estos dos enemigos. La diplomacia entre Pyongyang y Washington ha tenido altos y bajos permanentes. Pero hoy es diferente; hoy Corea del Norte cuenta con armas nucleares y Estados Unidos con Donald Trump, un gobernante que podemos comparar con un misil nuclear. Lo que hace que este momento sea de extrema gravedad.