Carlos Martínez Simahan | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Junio de 2016

PÁGINAS

Instantes históricos

La tenacidad del Presidente Juan Manuel Santos empieza a ser recompensada. A pesar de las tormentas propias de la senda, no cambió el rumbo de la nave. Cumplía con su obligación de Jefe del Estado de buscar la paz para su patria. Por eso, el jueves 23-06-2016 asistimos a un momento histórico que rompe, ojalá para siempre, décadas de violencia y muerte sembradas por las Farc. Con razón Reagan afirmó: “Tener y mantener una visión es la esencia del liderazgo”.

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Extradición y Contraloría

En sus columnas habituales de El Tiempo, Alfonso Gómez Méndez, ha señalado la corta memoria histórica de los colombianos y la ignorancia del legado de nuestros hombres públicos. Recordaba la paradoja de la Constituyente 91, que se justificó por el fracaso del Congreso en la Reforma Barco, cuando se pretendió que los colombianos votaran sobre la extradición. Fue un torpedo de última hora, bien calculado, que obligó al Ministro Lemos Simmonds a retirar el proyecto de Acto Legislativo que se discutía. Y esa Constituyente, “integrada solo por un tercio del censo electoral”, solícitamente, prohibió la extradición.

 

La Reforma Barco estaba llamada a convertirse en un hito de nuestra historia política. Inicialmente orientada desde el Ministerio de Gobierno por Fernando Cepeda Ulloa, se buscó acuerdos con la oposición, entonces encabezada por el Partido Conservador que, a su vez, había presentado un proyecto de Acto Legislativo. El comportamiento del Gobierno fue impecable: publicó en folletos los dos proyectos. Y, luego, en diálogo abierto se acogieron propuestas de la oposición, entre ellas, una nueva concepción del Control Fiscal, ya que era urgente adecuarlo a la autonomía que llevaba consigo la elección popular de los alcaldes. Se avizoraba lo que hoy está sucediendo: los alcaldes se convirtieron en “reyezuelos”, sobre todo en los municipios alejados donde no hay control político, ni medios de comunicación, ni ciudadanía organizada.

 

Se contemplaba la creación de una Corte de Cuentas, institución más que centenaria y que goza en Europa de la confianza de la ciudadanía. Pero, apenas se incorporó al articulado se sintió resistencia en la bancada liberal. El pulso se lo ganó el ministro Gaviria al contralor Rodolfo González y se aprobó la Reforma en la primera vuelta. Para la nueva legislatura aparece el torpedo mencionado. Fue un pretexto bien escogido en la intención manzanilla de hundir la Reforma Barco. Atrás quedaron las garantías a la oposición y se perdió un notorio esfuerzo de concertación auspiciado por el Gobierno de entonces.

 

Bien caro pagó el Congreso la tropelía de Morales Ballesteros. La Constituyente 91 lo clausuró, estableció la prohibición a los congresistas de ser nombrados por el Ejecutivo e instituyó la Circunscripción Nacional para Senado. Todo lo cual reflejó desconocimiento del elenco democrático. Como consecuencia, se nos vino en avalancha la degradación de la política. ¿Necesitamos demostrarlo?  

 

Traigo los episodios al presente porque aún no se ha intentado siquiera el “aggiornamento” que requiere la Contraloría General de la República. Su modernización es tan necesaria que basta ver los saltos de mata del juicioso funcionario que es Edgardo Maya, para investigar e informar a los colombianos sobre los mega-proyectos sindicados de corrupción y despilfarro.