Mario Draghi, por estos días hace dos años, estaba a punto de salir de la jefatura de gobierno en Italia.
El “técnico de técnicos”, el gran economista europeo, había sido elegido como el encargado de organizar el paquidérmico Estado italiano, hasta que las fricciones dentro de la coalición de gobierno terminaron llevándose su puesto y todas las esperanzas de recuperar la lánguida economía italiana quedaron en el piso.
Lejos y en silencio, Draghi se apartó de lo público, hasta que en los primeros meses de este año recibió una llamada de Ursula Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea: Mario, ahora tienes que salvar a Europa. La tarea no le tomó de sorpresa. Desde hace tiempo, este economista italiano ha tenido claro que a la Unión Europea (UE) le aquejan dos males: la baja productividad y la limitada capacidad para tomar decisiones rápidas.
En “El futuro de la competitividad europea” (originalmente en inglés), o “Informe Draghi”, un texto de 800 páginas, con el que Von der Leyen inauguró su segundo periodo como presidenta de la Comisión Europea este martes, Draghi ha presentado un dictamen sobre los problemas que aquejan al bloque continental, cada vez más rezagado de grandes potencias como Estados Unidos y China.
“Informe Draghi”
Si uno lee cada tanto la prensa de Estados Unidos o el Reino Unido, encuentra artículos que dictaminan que Europa, simplemente, no puede sostener el modelo de estado de Bienestar. Las altas tasas de tributación, aunadas a la reducción de horas laborales a la semana y los altos índices de endeudamiento de los países, hacen que el bloque continental mantenga un bienestar generalizado en cada uno de sus 27 países miembros a costa de una pérdida paulatina de competitividad y productividad.
Internamente, lejos de los análisis de los economistas estadounidenses y los críticos ingleses siempre vistos como “brexiters”, Draghi y sus asesores coinciden en que el modelo actual europeo genera un “reto existencial”. “El único modo de ser más productiva es que Europa cambie radicalmente”, dice el reporte.
A Draghi, uno de los pocos europeístas que quedan, de esos formados por los padres de la Unión Europea como el Alcidie de Gasperi o Konrad Adeneur, le preocupa el descenso pronunciado de Europa frente a Estados Unidos. Algunos números muestran, sin tapujos, esta realidad. Mientras que hace 22 años la economía de Estados Unido era 17 % más grande que la europea, hoy la diferencia ha llegado a 30 %. Según un indicador, la producción per cápita en Europa es un 34 % inferior a la de Estados Unidos.
“Debemos entender que somos cada vez más pequeños en relación con los desafíos a los que nos enfrentamos. Por primera vez desde la Guerra Fría tenemos que temer por nuestra supervivencia. La razón para una respuesta unida nunca ha sido tan convincente”, dijo Draghi en la presentación del informe junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.
Productividad, cada vez más baja
Como decía Paul Krugman, "la productividad no lo es todo, pero a largo plazo es casi todo". El mensaje de Draghi, aunque incómodo, busca sacudir el statu quo y aumentar el sentido de urgencia. “Si Europa no actúa, le espera una decadencia progresiva –o quizás no tan progresiva– hacia la mediocridad, llena de dificultades y desigualdad”, concluye Esteve Almirall Mezquita, profesor de la Esade, en un análisis sobre el informe para la universidad.
Europa no está compitiendo bien con productos y servicios que le permitan, como sostiene el profesor Almirall, “capturar más valor que otras regiones del mundo”. Draghi reconoce el fracaso europeo en el desarrollo de servicios en la nube, pero ve cierto optimismo en el campo de los semiconductores y la inteligencia artificial generativa.
Pero el técnico italiano, llamado por Von der Leyen para cambiar esta condición, propone un cambio que implica gastar hasta 800,000 millones de euros anuales en investigación y desarrollo, digitalización, objetivos climáticos y defensa, entre otras cosas.
Entre las propuestas, el informe apuesta por “promover la innovación disruptiva” a través del Banco Europeo de Inversiones al servicio de la innovación, así como invertir en infraestructura de innovación y simplificar la regulación y la burocracia.
El problema, han dicho algunas analistas, es que para financiar esta ambiciosa apuesta, el informe estima que se necesita una mayor “inversión gubernamental” y la emisión de deuda común, cuando economías como Holanda, Finlandia o Alemania son opuestas a ampliar el endeudamiento. “Si bien es económicamente imprescindible, políticamente parece inalcanzable”, apunta el profesor Almirall.
La burocracia
Parte de los problemas que enfrenta Europa pasan por su paquidérmico modelo territorial, político y regulatorio. La creación de un mercado común paradójicamente se ha convertido en un proyecto transfronterizo en el que desde Bruselas se toman decisiones lentas, por la dificultad de poner de acuerdo a los 27 estados miembros –muchos muy pequeños–, que en muchos casos cuentan con los mismos derechos de voto.
Para Draghi, el tamaño de los estados europeos ya no es adecuado para afrontar los retos competitivos frente a gigantes como China, Estados Unidos o India. “Un conglomerado de países demasiado pequeños para competir con los gigantes globales, con decisiones demasiado atomizadas que a menudo se toman mediante consensos forzados”, dice el informe. Al mismo tiempo, algunos países buscan sacar ventajas competitivas dentro del bloque a costa del bloque, “lo que complica la articulación de políticas comunes”.
Esta falta de articulación y flexibilización para la toma de decisiones comunes hace que Europa sea poco atractiva para los inversionistas extranjeros y para sus propios casos de éxito, como las empresas “unicornio”, que, como señala el informe, tras lograr más de USD 1.000 millones siempre terminan residiendo fuera de la Unión Europea.
Según Draghi, existen problemas que van desde el complejo rompecabezas de la legislación europea sobre quiebras, que disuade a los inversores extranjeros, hasta la legislación sobre propiedad intelectual, que dificulta a los empresarios la solicitud de patentes. Todo ello hace muy difícil innovar y competir.
Con todo el informe a la mano, el mismo día en que salió publicado el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas impuso 13.000 millones de euros de impuestos adicionales a Apple y una multa antimonopolio de 2,420 millones de euros a Google. Esa es, por ahora, la desafortunada verdad de una Europa que busca regular y proteger, mientras que las grandes potencias producen valor y compiten en el resto del mundo. Draghi da las primeras puntadas para cambiar esto.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.