Álvaro Gómez decía que el diálogo social era útil en los asuntos públicos. Pero que el “Estado dialogante” no lo era.
Con ello quería decir que un gobierno abierto al diálogo social era siempre deseable. Pero cuando caía en situación dialogante, o sea, en una conversadera indefinida y permanente, terminaba en la parálisis de la acción administrativa.
La llamada “conversación nacional” que el Presidente Duque anunció al día siguiente de paro nacional del pasado 21 de noviembre puede tener la virtud de favorecer una mayor participación ciudadana como una respuesta racional al malestar que se hizo evidente con las marchas de protesta. Pero también entraña el riesgo de hacernos caer en un paralizante “estado dialogante”. Todo va a depender de cómo se maneja.
Tomemos el ejemplo de la reforma pensional. El gobierno ha dicho que llevará este espinoso tema a la comisión tripartita de concertación. Pero ¿cuál es la idea propia del gobierno sobre la arquitectura que debe tener la reforma pensional que necesita el país? ¿por cuánto tiempo la someterá a concertación en el seno de la comisión tripartita que hasta el momento solo se ha ocupado del salario mínimo? ¿con qué otros estamentos pretenden concertarla?
¿Cuándo se dice que la reforma pensional va a concertarse se entiende que se pretende llegar a acuerdos formales con los estamentos consultados? ¿O simplemente que se va a hacer un ejercicio de “lluvia de ideas”?
Cuándo la reforma llegue al Congreso -a dónde tiene que llegar pues se trata de reformar la legislación pensional- ¿qué firmeza va a tener lo concertado de antemano y cuál el margen de maniobra que le queda al legislativo?
Otro tanto puede decirse de la reforma tributaria que está en curso en el Congreso ¿Se va a reabrir su discusión en otras instancias? ¿Cuáles? ¿el tema tributario hará parte de la llamada “conversación nacional”? ¿cómo se va a avanzar consensuadamente hacia mejores estándares de equidad en Colombia si se esquiva el tema tributario de la “conversación nacional”?
Para que la “conversación nacional” sea algo serio y creíble tiene que tener cronogramas y temarios muy precisos. No puede caer en vaguedades. Ni en la ilusoria fantasía de que basta con una consulta tumultuaria.
Tampoco puede terminar siendo una estéril vía de escape gubernamental frente al malestar ciudadano que se evidenció el 21 de noviembre. Tiene que ser algo muy serio y ordenado. En Francia se hizo algo por el estilo por el Presidente Macron como una respuesta a las demandas de los chalecos amarillos.
Además: que entremos en un terreno de más profundidad en el diálogo social no dispensa al gobierno de tener sus propias directrices e ideas. El gobierno no puede paralizar su propia agenda. Que debe presentarla al Congreso y allí, como corresponde tratándose de cambios legislativos, buscar los consensos necesarios para que se transformen en leyes.
Nos vamos a mover pues en el terreno vidrioso de un diálogo social fértil o en el de un estéril estado dialogante. Nunca se había necesitado tanto de un liderazgo fuerte y de una inmensa dosis de lucidez por parte del gobierno. Para que sea lo primero y no lo segundo.