Cuatro días de fiesta
Nada mejor para olvidar la crisis económica y las nubes negras en el horizonte europeo, que hacer una fiesta, “un parrandonón”, como diríamos en Colombia, de cuatro días.
Esto fue exactamente lo que los británicos hicieron, ¡Ofcoursemydear!, para celebrar los sesenta años de reinado de su soberana Isabel II, quien ha sido actora y testigo de una era de cambio sin igual en Gran Bretaña.
En 9.800 calles del reino instalaron mesas para banquetes populares, donde más de seis millones de personas celebraron el jubileo de diamante de su reina.
Es esta la segunda vez en la historia del Reino Unido que un soberano celebra sus bodas de diamante. La primera fue en 1897 cuando la reina Victoria las celebró.
Para comenzar, el sábado 2 de junio la Reina y ciento treinta mil de sus súbditos fueron a las carreras de caballos en Epson. Naturalmente, Isabel quiso comenzar su celebración disfrutando de su deporte preferido, los caballos. A los 86 años, Isabel monta aún, como una quinceañera. Su nieta Zara Phillips, hija de la princesa Ana, es campeona nacional de salto y representará el país en los próximos Juegos Olímpicos.
El domingo mil barcos acompañaron la barcaza de la Reina en su recorrido por el Támesis, bordeado por un millón de observadores, quienes, a pesar de la lluvia, salieron a vitorearla.
El lunes un desfile de artistas, entre ellos Paul McCartney, Elton John y Stevie Wonder, encabezó el concierto más grande de la historia de Londres al frente del palacio de Buckingham.
Para finalizar, se celebraron misas solemnes en la Catedral de San Pablo, en Londres y en todas las iglesias del reino.
Las celebraciones se caracterizaron por la alegría, la profusión de banderas y retratos de la Reina y su familia, y el ambiente de unidad y orgullo del pueblo británico.
Isabel II comenzó su reinado cuando tenía 25 años, guiada por Winston Churchill, quien fuera Primer Ministro en esos años de la posguerra. Durante su reinado la han acompañado 12 Primer Ministros, entre ellos Margaret Thatcher. Con ellos, tradicionalmente se reúne los martes, al mediodía, para recibir un informe sobre su reino.
La reina encabeza la Commonwealth, agrupación de 53 naciones que suman una tercera parte de la humanidad. En 16 de estas, como Canadá, Nueva Zelanda y Australia, ella es cabeza de Estado.
Hoy, las encuestas dicen que más de 80% de los británicos “aman” a Isabel y aprueban su gestión.
Para nosotros, los pobladores de las Américas, es difícil entender la obsesión de los pueblos europeos con sus casas reales. Desde nuestro punto de vista, la realeza en el siglo XXI es algo obsoleto, costoso, aun absurdo. Sin embargo, eventos como esta gran celebración nos prueba que para los europeos, sus reyes y príncipes son parte, no sólo de su pasado, sino de su futuro.