El amor es invisible, pero existe y mueve al mundo. No sale en las noticias, ni es tendencia en Twitter, pero se expresa a toda hora en cada acto pequeño y cotidiano de entrega a los demás. Cuidar, ayudar, trabajar, enseñar, reconocer, escuchar y acompañar son solo algunos de los verbos que se conjugan por amor, con los otros y por los otros. Cada uno alude a vivencias compartidas en todos los tiempos, regiones y culturas.
Está tan presente, el amor, que es imperceptible. Como el aire que sólo se nota cuando no está y entonces su ausencia duele y la sensación de asfixia se cuela hasta en el más pequeño de los intersticios. Cuando falta un poco de aire, parece que faltara todo. Así pasa con el amor.
Por amor estamos y actuamos juntos. El amor está a la base de la supervivencia de la especie pues solo podemos ser, si somos junto a otros. Sobre ese pacto de existencia mutua la humanidad ha construido comunidades, pueblos, instituciones y civilizaciones. Sí, nos queremos porque nos necesitamos; en todos los sentidos. Por eso resulta inconcebible el daño deliberado que ejercen unos sobre otros y definitivamente insoportable la idea del asesinato.
Por muy frecuente que ocurra, la crueldad siempre nos toma por sorpresa. Y sí, vivimos en estado permanente de estupefacción. La violencia nos estremece porque es excepcional y no corresponde a la experiencia compartida por la mayoría. Expresar nuestro asombro, una y mil veces y todas las que sea necesario, es un imperativo ético y político. Rechazar con estupor la violencia, es reafirmar nuestro deseo primigenio de vivir y construir juntos.
Cada bomba, cada bala y cada golpe, rompe el pacto que suscribimos como especie. Por eso la violencia nunca es legítima y las causas que la animan en ningún caso, y bajo ninguna circunstancia, serán justas. Cada muerte y cada ultrajo, nos mata y nos ultraja un poco a todos los demás. No somos sin los otros. La violencia revienta los hilos que nos vinculan y nos hace creer, falsamente, que el odio regula lo social. No es así, creerlo es caer en la trampa que nos tienden los violentos. Igual que el aire, cuando el amor falta un poco parece que faltara todo. Pero no, no es así.
Aún en los contextos más difíciles, la mayoría de las personas reafirman, con sus actos, su compromiso irreductible con la vida y con los demás. Es una mayoría que ha preferido dejarlo todo antes que sucumbir a la violencia. Por amor, este país está lleno de gente que conjuga verbos con y por los otros; de personas que resisten y de comunidades que se levantan, limpian los escombros y vuelven a comenzar una y otra vez, con paciencia de costurera. Sí, el amor es más fuerte que la muerte. La vida siempre se abre paso, aunque a veces falte un poco el aire; nuestra tarea es abrazarla, abrazarnos, y honrar el amor que nos debemos los unos a los otros.
@tatianaduplat