Alertan que control de langostilla no se debe limitar al sacrificio | El Nuevo Siglo
PARA COMBATIR la langostilla no es suficiente incinerarla, asegura la profesora de la Universidad Nacional, Martha Rocha de Campos
/Foto UNAL
Lunes, 14 de Diciembre de 2020
Redacción Medio Ambiente

La preocupante presencia de Procambarus clarkii, conocido como cangrejo rojo o langostilla, en el Parque Simón Bolívar y en otros sectores de Bogotá, no se debe combatir solo sacando a estos individuos del lago y sacrificándolos, pues cuando ello se hace sin un manejo integral podrían reproducirse de manera descontrolada.

Así lo advierte la profesora Martha Rocha de Campos, investigadora del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional (UNAL), quien considera que “este problema se debe analizar desde el punto de vista de las poblaciones, ya que cuando esta especie ve que se está diezmando, activa la estrategia R, que consiste en que las hembras juveniles, que típicamente no están en edad fértil, empiezan a poner huevos, como diciendo no nos vamos a dejar acabar”.

Ante el aparente aumento en los reportes, la profesora Rocha dice que la defensa de estos animales, que son las tenazas, podría causar incidentes y que ya hay algunos registros en las areneras del Parque donde suelen jugar los niños. “En caso de encontrar estos cangrejos se debe contactar a los encargados del Parque y a la Secretaria de Ambiente para su manejo, no llevárselos de mascota ni comérselos”.

Para la investigadora, “lo primero que se debe hacer es un muestreo que establezca cómo son las poblaciones -cuántos adultos, juveniles, machos, hembras, etc.- y hacer un plan de manejo. Según las cifras, cada dos semanas se deben poner trampas, seleccionar los que se pueden dejar, sacrificar a las hembras y hacer estudios, pues recolectar sin un plan sería algo de nunca acabar, por la estrategia R. Otra posibilidad es determinar si se pueden usar en alimentación humana o animal.

Daño a estructuras

La Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) contactó al equipo de la doctora Rocha porque los cangrejos podrían afectar estructuras. Por ejemplo en el humedal Juan Amarillo han hecho sus madrigueras en la base de algunas estructuras, debilitándolas, y esto las pondría en riesgo de colapsar.

En la década de 1980 la especie se introdujo en el Valle del Cauca para cultivarla con autorización del Gobierno. Sin embargo no se hicieron suficientes estudios y no tuvo la venta esperada, por lo que una de las hipótesis es que la solución fue dejar a los ejemplares en ese lugar, lo que lo convirtió en el primer foco, recuerda la profesora de la UNAL.

“En Bogotá es común verlos en tiendas de animales en la zona de Chapinero; es posible que alguien que los tuviera de mascota los soltó, pues ya hay registros en el embalse del Neusa, en Zipaquirá, e incluso en el río Suárez”, señala la docente.

La langostilla es originaria del norte de México, y en Louisiana (Estados Unidos) es un plato típico, los cocinan con especias como el cajún (gastronomía tradicional de los descendientes de desplazados franco-canadienses).

“Se ha introducido en otros lugares: en el río Guadalquivir (España) hay un mercado apetecido por sus colas, se comercializó porque se volvió una plaga; en Alemania intentaron erradicarlos secando los lagos donde se encontraban, pero al rellenaros reaparecieron porque, al parecer, se entierran en madrigueras y quedan en un estado similar a la hibernación mientras mejoran las condiciones”, indica la profesora Rocha.

En Japón, la langostilla empezó a invadir cultivos de arroz por lo que tuvieron que capturarlas con trampas, pero sucedió la estrategia R, y aunque se hicieron estudios para plantear un control, lo máximo que se ha logrado es controlar sus poblaciones, pues es casi imposible erradicarlas.

“En un club de golf cercano a Bogotá estaban preocupados porque las langostillas invadieron sus lagunas, dañaban los bordes y el agua era oscura por las madrigueras. Por su cercanía al río Bogotá hicimos un estudio para ver si se podían consumir, y aunque todo estaba dentro de los estándares permitidos, se empezó a detectar un hongo en sus caparazones y se desconoce si puede ser nocivo”, observa la investigadora del ICN.

Este problema se conoce desde hace más de 30 años, y pese a que se han adelantado reuniones con varias entidades aún no se concreta un manejo específico para esta especie invasora.

La profesora Rocha afirmó que la UNAL está dispuesta y capacitada para hacer los estudios poblacionales, y que lo ideal es que no se pierdan los impulsos con cada cambio de administración local y de gobierno nacional, sino que se trace una política de largo plazo para proteger las especies locales.