Fundaciones | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Febrero de 2019

El Gobierno se puso a revisar cuántas fundaciones existen en Colombia y encontró miles. Muchas de ellas no funcionan y otras son usadas como fachadas para apropiarse de dineros públicos y privados en forma fraudulenta. Pero la gran mayoría de fundaciones cumple su misión y de ello se benefician miles de personas que tienen imposibilidad de resolver algún problema importante de su vida.

La falta de dinero, una enfermedad crónica, un tratamiento médico, una matrícula o una pensión académica, son algunas de las situaciones que en ocasiones la misma persona no puede resolver y entonces una mano amiga no sobra. Pero hay fundaciones que atienden temas medio ambientales, otras financian la investigación, unas se ocupan de proteger niños, adolescentes, ancianos, etc. De toda esta actividad, que mueve unos recursos muy importantes, la primera buena impresión que queda es la de la sensibilidad que existe en infinidad de personas y que las mueve a auxiliar a otras que tienen necesidad de algo en sus vidas.

Las fundaciones en el mundo entero, y particularmente en Colombia, sirven también como una luz de alerta que le recuerda a toda la sociedad que siguen existiendo muchas necesidades para ser resueltas. Y que esto último corresponde a toda la comunidad humana de la nación y no solo al Estado. En ningún colombiano debería estar ausente la pregunta acerca de cuál es la necesidad que tiene a la vista, bien sea propia o ajena, por la cual debe luchar para ser resuelta satisfactoriamente. Todo lo que se haga sirve y suma. Alguien podrá ayudar a una o dos personas; otro tendrá mayores posibilidades; las fundaciones pueden abarcar más población, pero todo suma y todo es necesario. En estos tiempos, marcados tanto por la desconfianza, quien tenga voluntad de ayudar en forma permanente puede entrar en contacto con fundaciones reconocidas y encausar a través de ellas su deseo de ser solidario.

En alguna parroquia un feligrés se quejó por los mendigos que la rodeaban constantemente. El sacerdote le dijo que seguramente eran enviados de Dios para que no se olvidaran de los pobres y necesitados. El feligrés frunció el ceño, pero entregó una limosna enseguida. Las buenas fundaciones tienen también esa misión de sacudirnos la conciencia constantemente y aun imprudentemente para que todos nos movamos a hacer todo lo que podamos por quienes están en dificultad, en carencia, en limitación.

Y cabe, no solo felicitar, sino animar una y otra vez a todos los que dirigen las fundaciones, a sus funcionarios y directores y directoras ejecutivas por lo que están haciendo. Ayudar no siempre es fácil y a veces hay ingratitudes que pesan. Pero lo más importante es que cada ayuda bien encaminada y bien recibida hace que una o más personas mejoren su vida, ganen en dignidad y libertad, y, como es usual decir hoy en día, alcancen la tan anhelada felicidad. Finalmente, una sugerencia: todo el que pueda y casi todos podemos, debería tener vínculos con una fundación para que su deseo de ayudar sea constante, sin falta y así produzca efectos transformadores reales. En clave de Jesús, esto se dice así: iba Jesús de camino y uno le salió al paso gritando, pidiendo compasión y Jesús se detuvo. Ayudar es detenerse un momento para mirar a los ojos a otra persona. Lo demás se da por añadidura.