Fragmentos alza su voz en memoria a las ‘Vidas robadas’ | El Nuevo Siglo
Esta iniciativa también la compone las obras el Réquiem IV Lacrimosa, del compositor húngaro György Ligeti y El Siglo, del poeta polaco Ósip Mandelshtam.
Foto cortesía
Miércoles, 2 de Junio de 2021
Redacción Cultura

El monumento Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria, para honrar a todas las personas víctimas de la violencia en las protestas civiles de Colombia entre el 2019 y este año, presenta Vidas robadas, una iniciativa que reúne los rostros e historias de 56 víctimas mortales confirmadas y documentadas hasta el pasado 20 de mayo.

Esta exposición – tributo, que también cuenta con el apoyo de Cuestión Pública y la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, estará abierta al público hasta el 27 de este mes.

Vidas Robadas es una muestra que busca materializar, hacer real, el acto de nombrar sus nombres, como un intento de suspender, aun cuando solo sea temporalmente, la ignorancia intencional con la que rodeamos estas dolorosas muertes, hoy por hoy tan cotidianas. La muerte de cada persona genera una ausencia y cada ausencia requiere que nos responsabilicemos por los que ya no están, pues la única forma en la que las personas asesinadas durante estas semanas caóticas y violentas, pueden existir es dentro de nosotros”, afirmó Doris Salcedo, creadora del contra-monumento Fragmentos.

Con curaduría de Doris Salcedo y María Belén Sáez de Ibarra, Vidas Robadas es una acción de memoria que incluye complejamente en una unidad la voz de las organizaciones sociales y el periodismo, la música y la poesía en un espacio donde la estética, la ética y la conciencia de un momento histórico confluyen.

Así, además de la juiciosa investigación de Cuestión Pública y las organizaciones sociales que la apoyan, se incluyen las obras de dos artistas que asumieron su trabajo desde una inmersión radical en sus momentos históricos, quebrados y sin sentido, en un contexto fascista y represivo.

“Mandelshtam y Ligeti representan el espíritu de la libertad que resiste a la opresión como la única forma plena de existir, ello es: pensar, comprender y actuar en conformidad a ese pensamiento y a ese sentimiento, en defensa de la dignidad de la vida”, afirma María Belén Sáez de Ibarra. El Réquiem IV Lacrimosa, del compositor húngaro György Ligeti, víctima de la persecución nazi y del aislamiento de su país en los años 40. Y el poema El Siglo, del poeta polaco Ósip Mandelshtam, quien murió en 1938 reprimido por el régimen de Stalin.



Según la curaduría: “La acción consiste en traer al espacio de Fragmentos, los rostros, nombres, la presencia de estas personas asesinadas para rendirles un canto fúnebre a través del último movimiento de este Réquiem”, interpretado por 35 músicos del Conjunto de Estudiantes del Conservatorio de Música de la Universidad Nacional de Colombia y las voces de la mezzosoprano Valeria Bibliowicz y la soprano María Paula Gómez, bajo la dirección musical de Guerassim Voronkov.

Esta acción fue transmitida vía streaming este martes y desde ese día quedará instalada en Fragmento, Espacio de Arte y Memoria, para ser visitada por el público hasta el domingo 27 de junio.

“Una dimensión de mi música lleva la huella de un largo tiempo pasado a la sombra de la muerte”. No es sorprendente escuchar estas palabras del compositor György Ligeti, quien fue enviado al campo de trabajos forzados nazis en 1944, donde perdió a su hermano adolescente. De su familia, solo la madre sobrevivió milagrosamente en Auschwitz. Lacrimosa, el último movimiento de la gran obra coral como es Réquiem, evoca una sensación casi palpable de duelo colectivo, que se compone a través de “micropolifonía”, una multitud personalizada de dolientes, una multitud de testigos que no solo se lamentan por los que están perdidos, sino también por ellos mismos.

La característica que distingue a Ligeti es su rechazo a la lucha entre las personas que quieren ser los primeros, su credo musical está lejos del pensamiento mesiánico. A pesar de todas sus técnicas innovadoras y su sonoridad absolutamente distintiva, el Réquiem está de cara a los oyentes, el compositor quiere comunicar con los que escuchan, confiando que su música a pesar de aparente carencia de función social “tiene posibilidades de expansión espiritual infinitamente amplias”.

Esta carga de significados unidos al rechazo a la muerte tan agresiva e injustificable que movió a Ligeti para componer su Lacrimosa, nos permite, como músicos y ciudadanos, expresar lo inexpresable de nuestros emociones y sentimientos provocados por los acontecimientos de estos días. En su estreno en 1965 la obra de Ligeti se tocó junto con la 9ª Sinfonía de Beethoven. “Esta Lacrimosa por Vidas robadas en Bogotá de 2021 es nuestro llanto con la esperanza de que no tengamos que cantar el Réquiem por la alegría y fraternidad”, señaló Guerassim Voronkov, director musical.