El salto económico | El Nuevo Siglo
Jueves, 6 de Junio de 2019
  • Las cifras evidencian la recuperación
  • Dejar de lado la economía politizada

 

La economía tiene, por supuesto, un claro componente político puesto que de acuerdo con su desempeño la ciudadanía suele evaluar la gestión gubernamental. De hecho, hace un siglo, los principios, variables e índices económicos eran apenas un aspecto de lo que bien se conocía entonces como la economía política, es decir, tan solo una rama de la ciencia principal en la que se englobaban los fenómenos sociales inmediatos.

Uno de los aportes o falencias del siglo XX, según se le quiera ver, fue precisamente haber escindido la economía de la política y haber fundado las “ciencias económicas”, o sea, los ingredientes de una nueva plataforma académica autónoma, con su propio vocabulario, formulaciones complejas, correlación de datos y derivaciones a veces abstrusas. Algunos, incluso, han llegado a señalar la inutilidad del asunto puesto que la economía acaso se ha convertido de este modo en una ciencia profética que casi nunca acierta. Pero aparte de esas apreciaciones irónicas, no siempre concluyentes, la economía resulta fundamental dentro de las características esenciales de la política como el laudable ejercicio que compromete parte de lo que podría llamarse el arte de gobernar como método del bien común.

Es por ello que la economía suele suscitar agudas controversias. No por su expresión, generalmente en torno de unas cifras frías, sino por la incidencia social que supone esa demostración matemática aparentemente exacta. Y decimos “aparentemente” porque es conocido, por ejemplo, el viejo cuento de que si una familia come dos pollos y la otra cero el promedio da un pollo para alimentar a cada una. Lo cual podrá ser estrictamente cierto desde el punto de vista estadístico, pero totalmente falso en la realidad de los estómagos vacíos. Y es ahí, en esa gran diferencia entre lo abstracto y lo concreto, donde aparece la política para incorporar el contexto ineludible de las evidencias sociales. Por eso no era desatinado, como aun no lo es, hablar de la economía adscrita al evento mayor que es la política. Y de allí que hoy siga siendo válido pensar en economía política.

Desde esta óptica, la economía sirve para medir si las cosas, en el ámbito político y social, están mejorando o empeorando. Es, hasta el momento, la única manera a la mano de denotar una tendencia colectiva. Hoy, en Colombia, resulta evidentemente desfavorable el hecho de que entre el 2016 y 2018 se hubiera perdido una porción de lo avanzado en la superación de la pobreza, cediendo asimismo en el propósito de crear una clase media de mayor alcance y envergadura, salvo en Bogotá. Al mismo tiempo, sin embargo, el primer trimestre de 2019 demostró que se mantenía un crecimiento económico del 2.8 por ciento, pese a los actos terroristas del Eln a comienzos del año. Algunos dijeron, sin embargo, que aquello no era el punto central en la desconfianza económica que ello produjo en las posibilidades de inversión, sino supuestamente la polarización partidista y que ello había impedido crecer más. Desde luego, no es cierto, por cuanto ante semejante atropello infame contra los cadetes de la Escuela General Santander el país se había unificado justo en ese instante contra la violencia. Una cosa es, ciertamente, la economía política y muy otra la economía politizada.

En estos días, en cambio, se ha demostrado fehacientemente que esa excusa de la “polarización” no es atinada, ni que tampoco el Eln logró sus propósitos de desestabilización económica, entre otros. De suyo, en ese primer trimestre la inversión extranjera, en el país, creció nada menos que un 68 por ciento, según lo acaba de dar a conocer el Banco de la República. Es, a no dudarlo, un síntoma de confianza en el gobierno del presidente Duque y en el país. Hace casi una década que no se alcanzaba un rubro de esas proporciones.

En la misma medida, no solo las calificadoras de riesgo no bajaron sus notas a los escalafones peligrosos como en otras partes del planeta, sino que el Banco Mundial anunció anteayer que Colombia llegará a un “sólido” crecimiento del 3.5 por ciento, en 2019, mientras que lo indicó en 1.7 por ciento para América Latina y en 2.6 por ciento para el mundo. Esto significa que el país crecerá muy por encima de la región e incluso lo hará casi un punto por encima del globo. Es decir, un panorama optimista, aunque desde luego se quiera más.

Con ello se podrá, asimismo, contrarrestar la tendencia de desempleo creciente. Pero además esos síntomas de confianza en la nación se pueden percibir, por igual, en los resultados favorables de la reciente subasta petrolera y las múltiples propuestas internacionales para la construcción del Metro de Bogotá y la compra de Electricaribe, contra todos los pronósticos, además de la ampliación de cobertura informática en el Proyecto TIC.

Es bueno, pues, tener fe en la economía política, cuando lo que se busca es acertar. Y dejar de lado la economía politizada que no es más sino una forma de erosionar la confianza en el país.