Tensas elecciones en Brasil | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Octubre de 2018
  • Cerrado pulso entre la derecha y la izquierda
  • Hacemos votos por el triunfo de la democracia

Los brasileños ven con pasión pero también con honda preocupación los cambios en las encuestas que señalan avances y retrocesos de los candidatos a la Presidencia de la República que se enfrentan mañana en un país que tiene un potencial de 147 millones de votantes. La misma incertidumbre se repite en toda esta región continental dado el peso geopolítico del gigante suramericano.

Brasil es una de las naciones más pobladas y de mayor variedad racial, política y social. Los grados de desarrollo en la federación son diversos y la polarización política muy alta. Durante el gobierno de Lula da Silva se encontraron ricos yacimientos de crudo que multiplicaron los ingresos de las arcas estatales y aunque una parte se utilizó para favorecer el crecimiento económico y sacar de la miseria a millones de seres, otra se fue para enriquecer a miembros corruptos del Partido de los Trabajadores (PT).

La brasileña es una historia política con muchos altibajos. En el siglo XX las Fuerzas Armadas gobernaron de 1930 a 1934, de 1937 a 1945 y de 1964 a 1985. Una de las figuras emblemáticas del populismo militar y nacionalista fue Getulio Vargas. Los mismos militares, tras sucesivos y duros golpes a los movimientos revolucionarios e insurgentes, terminaron resignando el poder en los civiles por considerar que ya era posible restablecer la democracia con unas instituciones fuertes y capaces de mantener la estabilidad política.

En el campo civilista se destacó Juscelino Kubitschekl, un hombre de Estado que reformó la administración y desplazó la capital a Brasilia. Janio Quadros apenas duró siete meses, siendo famoso por el populismo y la verborrea oratoria que empleaba. Fernando Henrique Cardoso hizo las grandes reformas que demandaba la crítica situación social e impulsó la moneda local (el real), siendo su gobierno, por dos mandatos, el que estabilizó el país y le dejó una rica herencia a su sucesor, el izquierdista y demagogo Lula da Silva (PT), que gobernó dos veces y dejó en el poder a Dilma Rousseff, que terminó siendo destituida y reemplazada por Michel Temer, quien fuera su vicepresidente y ahora se prepara para entregar el poder.

Aunque por su sucesión compiten 13 candidatos, los dos más emblemáticos de la derecha y la izquierda van adelante en los sondeos: el convaleciente exmilitar Jair Bolsonaro, quien en plena campaña proselitista sufrió un grave atentado que por poco le cuesta la vida, y el exalcalde de São Paulo, Fernando Haddad, quien heredó la aspiración de su jefe, Lula da Silva, que a pese a estar preso y condenado por corrupción, tenía aspiraciones releccionistas pero las declinó cuando los militares proclamaron que su lanzamiento sería inconstitucional y no tolerarían, como garantes de la democracia, una burla así a la ley.

Bolsonaro se destaca por su lenguaje franco y populachero, que lo comunica con las masas de derecha y suscita la rabia de la izquierda. Haddad, a su turno, tiene el problema de defender las banderas de un partido desprestigiado pero con amplia base popular. Pese a la polarización política imperante entre los dos candidatos con más opción, no quiere decir esto que en sus programas sean los más extremistas. Por el contrario, en lo económico se muestran moderados.

No se sabe qué pueda pasar mañana, más aún porque ambos marcan altos negativos en la opinión y un 40 por ciento de los brasileños se deciden a última hora, tras los debates televisivos, a los que Bolsonaro no asistió por estar convaleciente, aunque sus rivales no lo creyeron así. Lo mismo que no se sabe cómo actuará la masa de los sin partido e indecisos que podrían ser el fiel de la balanza.

Los analistas políticos apuestan a una segunda vuelta, en la que tampoco se sabe a ciencia cierta qué va pasar, puesto que Bolsonaro y Haddad tendrán que maniobrar para alinear una maraña de excandidatos y arreglos políticos regionales.

En Argentina el gobierno de Macri hace votos para que no salga electo el candidato de izquierda, que se muestra hostil a mantener la alianza económica con Buenos Aires. Lo mismo se repite en Chile y otros países de la zona, que rechazan el aventurerismo político del “socialismo del siglo XXI”, que en los países en donde se instala se convierte en la peor de las plagas y lleva la ruina a todos los sectores de la economía, en tanto enriquece a los agentes del gobierno y sus cómplices. Colombia sigue con la natural expectativa a la evolución de la justa electoral del vecino país, haciendo los mejores votos para que, gane quien gane, se consolide la democracia.