Valerie y las brujas de Salem
A diferencia de Don Quijote: “no es mi oficio andar por el mundo enderezando entuertos y desfaciendo agravios”, lo que no impide que comente el bochornoso drama que agobia a la encantadora Valerie Domínguez, por los líos en sus negocios con el Estado de su exfamilia política, cuyas distinguidas damas en los estrados han vociferado y lanzado impiadosos dardos contra la actriz.
He seguido el drama de Valerie en el convencimiento de que es una persona noble y de bien, que produce natural simpatía, menos en aquellos que profesan envidia visceral contra las criaturas más agraciadas por la naturaleza, así sean minoría. Presumí que tan pronto se conociera su versión la desvincularían del proceso. Me llamó la atención que la acusación la envolviera en el delito de peculado por apropiación, dado que, finalmente, ni arrendó el predio en cuestión, ni lo recibió, ni aceptó la negociación, ni se benefició de dinero oficial alguno.
Por las noticias del escándalo colegí que tan pronto Valerie declarara y explicara que nunca recibió dineros por el predio que su dueño el conocido empresario subdividió para obtener jugosos estímulos oficiales, cuando ella salía con su hijo, quedaría por inocencia y sustracción de materia fuera del caso.
Mi sorpresa y la de millones de colombianos ha sido mayúscula al enterarnos de que el fiscal Moreno acumuló 79 pruebas contra ella y acudió a una suerte de adivina que detecta las mentiras, para poner en duda y rechazar la versión de los hechos de Valerie. Lo que me hizo recordar que en el juicio por brujería de Salem en 1692, en el Tribunal la parte acusadora adujo contra la más bella que la hermosura de las brujas era señal de su poder diabólico, en un ambiente antijurídico en el cual prevalecen los chismes y se desdeñan las auténticas pruebas de inocencia. Algo va de 1692 al 2012.
El sistema acusatorio implementado en Colombia es copia del de Estados Unidos, que se inspira en los avances investigativos de los inquisidores de la Edad Media, y le da competencia a la Fiscalía para ahondar en la investigación, negociar con las partes, sopesar confesiones para conseguir beneficios, en ningún caso en mi supina ignorancia he sabido que la metodología científica se mezcla con asuntos adivinatorios o de inspiración irracional.
Al aprobar la Fiscalía en la Carta de 1991, Álvaro Gómez aclaró que la institución se enmarcaba dentro de nuestra tradición jurídica, dado el conocimiento que tenía del carácter y la mentalidad colombiana en cuanto al falso testimonio. Con posterioridad se introdujo la oralidad, con la anglomanía propia de algunos políticos colombianos que copian al calco leyes e instituciones de otros países sin tener en cuenta la idiosincrasia nativa.
Nota. Manes de la anglomanía. Funcionarios acuciosos piden que no se enciendan los bombillos para emitir menos óxido de carbono, cuando el 85 por ciento de nuestra energía es hidráulica. Siendo que las flatulencias del ganado colombiano producen más contaminante gas metano. ¿Qué harán entonces? Lo que conviene a Estados Unidos no siempre se aplica en Colombia.