Cinco terremotos y un temblor | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Abril de 2018

En un encuentro convocado la semana pasada en Caracas por la Fundación Pro Bono Venezuela y el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello, el economista Alejandro Grisanti -quien fue investigador y consultor del Banco Interamericano de Desarrollo y luego fundó la firma Ecoanalítica, que actualmente dirige- invitó a los participantes, venezolanos y extranjeros, a analizar críticamente los orígenes de la actual crisis política, económica y humanitaria que vive Venezuela, identificando en el pasado las causas más profundas y remotas de las que Chávez y el chavismo, Maduro y la dictadura, la represión y la privación, son legado y consecuencia.

Ese ejercicio implica hacer un riguroso examen de conciencia, una autocrítica sin la cual es imposible empezar a pensar el “día después” -cuando quiera que llegue finalmente-.  Y también sirve para iluminar la reflexión a la que están obligados los demócratas de buena fe y los liberales comprometidos, y en general, los líderes y ciudadanos de la región, especialmente en el marco del maratón electoral que se corre en varios países latinoamericanos durante este y el próximo año.  A fin de cuentas, a pesar de algunos signos alentadores de remisión del populismo, ningún avance es irreversible y el riesgo sigue latente.

En la lectura de Grisanti, la Venezuela de hoy está colapsando como consecuencia de cinco terremotos que se remontan a la década de los años 80 del siglo pasado.

El primero es el “terremoto económico”.  La fatiga y la insostenibilidad del modelo económico de la “Venezuela Saudita” y los excesos de consumo que lo acompañaron, que desembocaron en el “viernes negro” del 18 de febrero de 1983.

El segundo, el “terremoto social”, cuya gran expresión fue el “Caracazo” que comenzó el 27 de febrero y terminó el 8 de marzo de 1989, y en el curso del cual se hizo evidente que el país de las oportunidades que había sido Venezuela había sido “devorado” -en las propias palabras de Grisanti- por la desigualdad.

En tercer lugar, el “terremoto militar”: la progresiva penetración de la política, la economía y otros ámbitos de la vida social por parte de los militares -una de cuyas manifestaciones fue el fallido golpe del 4 de febrero de 1992- y que condujo a la perversión de las relaciones cívico-militares.

Un cuarto terremoto fue el “terremoto político”.  La fractura de las élites, la crisis de liderazgo, la descomposición de los partidos, la quiebra del orden político de la cual resultó la elección de Rafael Caldera en 1993.

 

Y por último, el “terremoto institucional”:  la ruptura del consenso derivado de Punto Fijo, la erosión del Estado de Derecho, y a la postre, la concentración de poder y la captura del Estado por el caudillo y el partido (el PSUV), en una simbiosis voraz y destructiva.

En ese sentido, y a pesar de lo que Chávez quiso pensar (y los chavistas siguen pensando), Chávez y el chavismo no son un hiato en la historia de Venezuela, sino el resultado de su evolución y trayectoria.  Y a pesar de lo que quisieran pensar algunos en la oposición democrática que hoy hace frente a la dictadura de Maduro, ni Chávez ni el chavismo son desviaciones ni anomalías, sino la consecuencia de fallas que hubieran podido ser corregidas, de malas decisiones de política, y de apuestas engañosas en las que muchos de ellos tomaron parte en el pasado.

Terremotos pueden producirse en cualquier momento, en cualquier parte.  Y generalmente, empiezan como simples temblores.  Se empieza, por ejemplo, reclamando la refundación de las instituciones cuando -en verdad-, se aspira a demolerlas.  Se sigue incitando al odio social y prometiendo una inclusión en realidad excluyente.  Se promete más democracia, aunque sólo para capturarla.  Se ofrece bienestar, pero únicamente para aumentar la dependencia de los ciudadanos y disminuir su autonomía.  Se empieza con un temblor y se acaba con un terremoto.  Y lo que empieza como farsa demagógica, acaba inevitablemente en tragedia.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales