Con los demás | El Nuevo Siglo
Lunes, 19 de Abril de 2021

La pandemia nos alejó pero estamos más cerca que nunca, a la distancia. A veces demasiado, casi invadidos. Estar conectados permanentemente parece ser un arma de doble filo, 24 horas disponibles para los demás y ni un solo minuto para nosotros mismos. La ausencia de sosiego invade la existencia y al final todo parece reducirse a un barullo plagado de imágenes, voces, datos, mensajes y noticias. Mucho ruido, demasiada gente y pocos abrazos para tanta soledad. Tonta pandemia.

El virus nos aleja, pero no son las pantallas las que nos invaden. Ellas son solo dispositivos de comunicación y mediación, exactamente como los libros, puertas para acceder a universos inimaginables y entablar conversaciones con uno mismo y con los demás. Las pantallas pueden ser tan ruidosas o invasivas como podría ser la estantería de cualquier biblioteca, si los títulos sonaran. En cualquier caso, no sobra recordar que cuando la vida se vuelva insoportablemente bulliciosa, siempre podremos pasar la hoja y apagar los dispositivos, ese es nuestro privilegio. Y si no es posible, porque en ello se pone en juego el trabajo y la subsistencia, entonces es un deber inaplazable trazar el límite de lo tolerable.

Somos nosotros los que decidimos a dónde queremos ir y cómo queremos sumergirnos en los mundos que nos ofrecen las pantallas. El mundo digital es el que hoy nos permite estar en contacto con los seres queridos y el que hace posible que sigamos trabajando. Es allí, en la virtualidad, donde se tejen las comunidades de interés y donde nos encontramos en las causas comunes. Qué fortuna. Es en las redes sociales donde anudamos los hilos de esa malla protectora que puede sostenernos en los momentos más difíciles, aunque también sea cierto que es allí donde la vida puede enredarse y volverse todo un lío. El problema no está en la red sino en cómo trenzamos el tejido.

Digital o presencialmente, estamos tan lejos y a la vez tan cerca. Hacer que esa cercanía se convierta en un manto que arrope y abrigue, y no en un lazo que apriete y asfixie, es un propósito. Aplica para todas las relaciones, afectivas, laborales y comerciales. Lo cierto es que mientras dure la pandemia abrazarnos con palabras, a la distancia de la virtualidad, es lo único que hará posible volver a encontrarnos cara a cara y cuerpo a cuerpo.

Estamos cansados, pero tenemos que resistir un poco más. Sostener los vínculos a través de las pantallas con la promesa de volver estar cerca. Entonces, cuando todo esto pase y sea solo un mal recuerdo, volverán a tener sentido tantas cosas que ya empezamos a olvidar de los demás, sus gestos, el perfume, la risa inmotivada al calor de un trago y los silencios compartidos frente a algún atardecer. Sí, por el anhelo de volver a parchar, a reír, a bailar, a cantar y a jugar, juntos, es que vale la pena cuidarse, cuidarnos. Solo por eso, por el sencillo placer de estar, por estar, con los demás.

 

@tatianaduplat