El domingo tenemos la posesión del Dr. Gustavo Petro Urrego como nuevo presidente de los colombianos, ceremonia tradicional en nuestra democracia, que convoca y genera una gran asistencia de personalidades y figuras de la vida pública nacional e internacional, gala donde el novel mandatario tiene la oportunidad de dirigirse tanto a los asistentes como al país para manifestar sus ideales, propósitos y proyectos, discurso de suma importancia por ser el faro y norte que guiara al señor presidente durante su gobierno; documento que hará parte integral de la historia del país, junto con todos los pronunciados por sus antecesores en esta trascendental formalidad.
Por lo anterior quiero aventurarme a presagiar algunos temas que tocará el nuevo presidente en su intervención, presentando como prólogo el informe sobre la condición de gobernabilidad en que recibe el país, basándome para esta afirmación en la cautela y dedicación que observó al escoger coordinadores de los empalmes, además del interés de estas personas en cumplimiento de su misión.
Otro asunto que, de seguro, no faltará en la alocución presidencial es lo relacionado con la seguridad y la fuerza pública, por sus ejecutorias a presente o futuras, asunto de la mayor importancia para el país y los componentes tanto en actividad como en retiro de nuestras instituciones, porque esperamos que antes de pronunciarse sobre tópico tan sensible, nuestro mandatario se haya informado a fondo de su condición, filosofía, tradición y doctrina porque no es fácil, presentar ajustes que puedan reñir con los usos y costumbres, sin antes socializar los objetivos que deberán buscar el progreso y potencialización de las fuerzas, reconociendo la entrega, profesionalismo y lealtad del componente militar, con la democracia y el andamiaje gubernamental.
En cuanto a policía el asunto se me vuelve personal y no puedo hacer un panegírico de esa institución, tan cara a mis sentimientos. Sólo encuentro la alternativa de plasmar un recuento muy somero de sus logros, para mostrarla luchando contra el narcotráfico con toda su capacidad, aportando éxitos y luto institucional, liderando el compromiso contra el secuestro -delito que asoló la patria en toda su geografía- defendiendo en cumplimiento de su misión, los pueblos y municipios amenazados o asaltados por los armados ilegales, resistiendo estoicamente y preservando, con la vida, esas poblaciones que nunca se vieron abandonadas de su policía.
Y qué decir de nuestra lucha contra la delincuencia en amparo de la seguridad ciudadana, el afán policial por lograr un tejido social con las comunidades amenazadas o abandonadas del cubrimiento social. Todo ello sin esperar nada diferente que el respeto ciudadano y reconocimiento gubernamental. Seguramente son gestas olvidadas, pero de urgente recordación, pues explican con hechos las razones de su dependencia actual y recomiendan el análisis, estudio y prudencia hacia futuras decisiones.