DIEGO ARANGO | El Nuevo Siglo
Jueves, 17 de Octubre de 2013

POR UN CAMBIO

El increíble costo de la democracia

Un  poco más de medio billón de pesos, es decir, 569 mil millones. Una cifra increíble pero necesaria. Claro, los colombianos, que pagamos impuestos somos quienes cubrimos esa inmensa cantidad de dinero para elegir el próximo Congreso de la República y el nuevo Presidente. Pero ese costo de la democracia no termina ahí, pues las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles cuestan otro tanto así. Este valor es lo que invierte el Estado en la democracia, además de ello hay que sumarle lo que gasta cada campaña con sus candidatos, una cifra igual o superior a la aquí indicada.

Definitivamente hacer política es un desbarajuste económico para el Estado y los candidatos. Desde luego que aquello se justifica cuando la elección obedece a personas de bien, que trabajan por el país y la gente, pero cuando se elige a un número de sinvergüenzas abusivos que sólo buscan sus propios beneficios, sacarle plata a la elección, aprovecharse del poder que adquieren para hacer de las suyas, cobrar una importancia que jamás tendrían si no fuera porque se obtuvo una credencial.

Es triste esa realidad, pero tanto político cuestionado, investigado, condenado y que todos esos antecedentes no sirvan de advertencia a quienes representan al pueblo, para seguir propasándose en el poder. Fíjense últimamente: un gobernador detenido acusado por mandar a matar; un concejal de Chía burlando a la policía y cometiendo todo tipo de irresponsabilidades y abusos; cantidades de parlamentarios señalados de crímenes y abusos. En fin, la indignidad de ser político, mientras esa noble y útil actividad está llamada a servir al desarrollo y progreso de los pueblos.

No se sabe en qué momento la política se degradó tanto, pues la verdad es que años atrás no era así. Es posible que se presentaran casos y escándalos, pero eran la excepción, pero ahora parece que fuera la regla. Da nostalgia al pensar que sólo unas décadas atrás, los políticos demostraban gran dignidad, daba gusto votar por ellos, su labor se veía reflejada en el progreso, los debates y el control político eran de altura.

Ahora se ve a una gran mayoría de ineptos y bribones apoderándose del sagrado recinto de la democracia. Los congresistas honestos, sinceros, preparados y comprometidos con el país, que representan la auténtica democracia, deben sufrir al tener que participar en minoría con aquellos truhanes ávidos de codicia que en nada les interesa el país. Pero finalmente es mejor resistir esa situación y costo que caer en manos de una dictadura que sería el peor de los males para una nación. Sólo queda que los buenos políticos que sí los hay, se impongan y luchen por ese cambio que a gritos pide la democracia y el país.