“Paz a la colombiana…”
Cuando el Senado de la República se apresta a darle el último debate al “Marco Jurídico para la Paz”, nuevamente aparece José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch, para hacerle reparos a la iniciativa con la cual el Congreso y el Gobierno han querido abrirle caminos de solución al viejo conflicto interno que padece Colombia desde hace 50 años.
Creíamos que las diferencias con esa Organización se habían superado, pues eso entendimos con ocasión de la entrevista del senador Roy Barreras con Vivanco en Washington que apareció publicada en www.eltiempo.com. No fue así: el señor Vivanco se mantiene en la raya, cuyas líneas coinciden con la que ha trazado la oposición en nuestro país, en cabeza del expresidente Uribe.
En tratándose de reglas instrumentales para que el Gobierno pueda avanzar en un futuro proceso de paz, habrá que poner de presente que las que contiene el proyecto de acto legislativo corresponden a un modelo de justicia transicional razonable, donde las reglas se adoptan sin el rigor exigente de los códigos que rigen de manera permanente para enfrentar todas las formas de delincuencia común. En este sentido, “las nuevas normas no servirán ni a las bandas criminales ni para narcotraficantes ni para civiles que nada tienen que ver con el conflicto”, dijo ayer para El Nuevo Siglo el ponente de la iniciativa.
El senador Roy Barreras, quien ha sido el más sobresaliente impulsor y defensor del “Marco Jurídico para la Paz”, ha dicho, además, sin dejar de tener la razón, que han hecho esfuerzos para ajustar la iniciativa a las exigencias de la legislación internacional, pero que el Marco se “ha pensado a la colombiana”.
Y, en ese sentido, habrá que decir que fue “a la colombiana” como se pactó la paz con el grupo insurgente M-19, así hubieran estado de por medio violaciones graves contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario por parte de ese movimiento alzado en armas, y, pese a ello, se les reconoció personería política en la Constituyente, en el Congreso y en el Gobierno, y sin protesta -que yo recuerde- de la comunidad internacional o de organizaciones como la que preside el señor Vivanco.
Con ese antecedente, no es un disparate reconocerle vocería política a las Farc o al Eln, si se incorporaren a un proceso de paz negociado, y sin esperar a que sean derrotados militarmente, pues “el fin del fin” que anunciara uno de nuestros más conspicuos generales desde la Comandancia del Ejército hace cinco años -deseable por supuesto- no ha estado ni está tan cerca como se predijo entonces.
Nos hubiera gustado que se hubiera establecido como condición para sentarse a la mesa de negociaciones, la exigencia del cese de hostilidades entre las fuerzas enfrentadas. La experiencia acumulada (remember Tlaxcala, Caracas y El Caguán), así lo aconsejaba.
Pese a esos vacíos y a que no se hubiera estudiado, incluso la conveniencia de llevarlo a referendo del pueblo, la iniciativa debe merecer el apoyo de las mayorías nacionales.