Había la sensación hasta hace pocos días que la situación fiscal estaba muy apretada. Casi desesperada. Que la plata no alcanzaba para nada, y que la ley de financiamiento había resultado insuficiente al no haberse podido extender el IVA a los productos de primera necesidad como originalmente lo propuso el gobierno.
Pero de pronto -en los últimos días- parece estarse aclarando el panorama. Desaparecieron los nubarrones de la estrechez y surgió súbitamente un ábrete sésamo Fiscal: la emisión de TES.
Ahora parece que emitiendo TES se puede hace todo. O casi todo lo que hasta hace pocas semanas se veía como imposible. El gobierno anuncia que “alista emisión de deuda por $17 billones para atender contingencias” (ver Portafolio de 24 de junio); y con base a este incremento de la deuda pública que se prepara, y que tendrá la forma de emisiones de TES, se tornan posibles muchas iniciativas de gasto que parecían condenadas al olvido.
Se anuncia, por ejemplo, la puesta en marcha de la ley de punto final que costará varios billones y que tiene como plausible propósito ir saneando la calamitosa situación de la salud. Se anuncia la emisión de bonos pensiónales. Se anuncia la cancelación y canje de deudas del Estado entregando TES. Se anuncia un posible arreglo con los bancos en el enojoso asunto de la ruta del sol. Y así por el estilo...
No hay que olvidar, sin embargo, que toda emisión de nuevos TES aumenta el endeudamiento público y por lo tanto el déficit fiscal, si con ello se amparan nuevos gastos que no estaban contemplados. O al menos eso era lo que siempre había afirmado la sabiduría convencional.
Hay quienes aducen que los TES no harán otra cosa que respaldar obligaciones que ya estaban reconocidas. Pero aun así, hace falta tener claridad absoluta sobre qué gastos se atenderán ahora con emisiones de nuevos TES.
Es tal la súbita sensación de holgura, que el gobierno informó en el marco fiscal de mediano plazo (MFMP)que no utilizará el margen de adicional que le había otorgado el comité de la regla fiscal para atender la mareada de venezolanos que nos está llegando, pues no necesita esa mayor flexibilidad para hacer frente a dicha contingencia. Sorprendente.
Lo que sigue ahora es esperar una explicación que no se ha dado, y que ojalá sea muy clara por parte del gobierno y en especial del Ministerio de Hacienda, sobre cómo se hará para compaginar un incremento tan abultado en el endeudamiento público (TES) con los estrechos márgenes de endeudamiento que permite la regla fiscal. La cual, al menos hasta el momento, se había dicho que se cumplirá a rajatabla.
Los mensajes fiscales de Hacienda han sido confusos últimamente. De una parte, se dijo que la situación estaba muy apretada, razón por la cual se amenazó a las entidades de la justicia transicional con recortarles un 30% en el presupuesto de inversión para el año entrante; amenaza ésta que luego se retiró en el proyecto de presupuesto 2020.
Pero de otro lado aparecen súbitamente estos anuncios de las emisiones de TES con los cuales nadie contaba y que permitirían, como por ensalmo, financiar sin problemas grandes programas de gastos nuevos.
Se requiere también una explicación más convincente por parte del gobierno, que aún no la ha dado tampoco, sobre si el producto de las ventas de activos públicos proyectadas irá por encima o por debajo de la línea (si se tratarán como ingresos corrientes o extraordinarios) o sea, si se pueden contabilizar o no para una reducción del déficit.
Nada sería tan perjudicial para la credibilidad de la política fiscal que se expandiera la idea que se están aplicando fórmulas de contabilidad imaginativa para cuadrar las cifras fiscales. Una noticia de Bloomberg de la semana pasada ya puso a circular en los ámbitos internacionales esa suspicacia. Grave. Sobre el manejo de la política fiscal no deben prosperar este tipo de dudas que pueden hacer mucho daño
El análisis del presupuesto para la vigencia del 2020 nos permitirá comenzar a establecer si el ábrete sésamo de los TES nos sacará de afugias y a responder las otras dudas que está flotando en el ambiente. Sin quebrantar, claro está, la regla fiscal con maromas de contabilidad imaginativa como las que empiezan a sacar las orejas en el horizonte, y sin espantar a las agencias calificadoras.