Escoger, seleccionar, priorizar y clasificar; son los verbos difíciles del triage. Cada uno encierra, en sí mismo, el dilema trágico del que debe escoger a quién se ayuda a vivir y a quién no. No quisiera uno, nunca, estar en esa posición y ser el seleccionador.
El triage es una metodología utilizada en los hospitales de Colombia y del mundo, da lineamientos para distribuir los servicios de urgencias según las necesidades de cada paciente y la disponibilidad de cada recurso. En tiempos de pandemia en el triage prima el criterio de maximizar el beneficio al mayor número de personas. No es nada fácil. Distribuir recursos escasos nunca lo ha sido.
Elegir, en estos casos, es algo complejo. Los médicos reúnen evidencia sobre la condición de cada paciente y tienen en cuenta muchos factores al tiempo. Además, valoran la información a la luz de la situación de la salud pública, no solo en la ciudad, sino en el país, la región y el mundo. Lo que pasa a todos incide directamente en la decisión sobre uno.
De eso se tratan las pandemias, afectan a la humanidad entera y no reconocen fronteras ni diferencias políticas, sociales, económicas ni culturales. En esta situación cada uno es, a la vez, todos los demás. No hay manera de salvarse solo. No es suficiente con cuidarse de manera individual, ni siquiera sirve que algunos accedan a la vacuna y otros no. Solo es posible afrontar la pandemia entendiendo la situación en su conjunto, este es el principio orientador que subyace al triage.
Los cuerpos colegiados y los consejos de bioética han sido claves a la hora de orientar la aplicación del triage. Fueron ellos los primeros en alertar sobre el terrible escenario de tener que elegir para asignar las UCI. Lo dijeron de todas las maneras: los sistemas de salud no tienen la capacidad de crecer ilimitadamente; aún en el mejor de los escenarios los recursos van a escasear; hay que evitar que muchas personas se contagien al mismo tiempo. Si puedes quédate en casa, dijeron; muchos no pudieron, no entendieron, no creyeron, o simplemente no quisieron hacerlo. Ocurrió lo que tantos habían anticipado, llegó el pico de contagios y los recursos no alcanzan para todos, es necesario priorizar. Qué dilema.
Mientras unos, ahogados, esperan ser elegidos para ocupar una UCI; en la otra orilla, otros respiran a sus anchas en las fiestas clandestinas. Y uno no entiende si lo de las fiestas es estupidez rampante o si se trata de cierto espíritu tanático de quien se arriesga a conciencia; el hecho es que al hacerlo arrastran a todos los demás. Cada quién es la parte y el todo a la vez. Necesitamos, todos, que los que respiran sin dificultad se cuiden, logren ponerse en el lugar de los otros y ayuden a cuidarlos. Nos necesitamos, pues si bien uno no quiere estar en el lugar del que elige, menos aún quisiera ser objeto de esta difícil decisión, ni del trágico dilema que la envuelve.
@tatianaduplat