El limbo y las encuestas | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Octubre de 2016

Sólo una encuesta acertó el negativo resultado del plebiscito. Fue la del ex registrador Carlos Ariel Sánchez. La más pifia la de Gallup, seguida de cerca en el desfase por la de Ipsos Napoleón Franco, por la de Cifras y Conceptos, y la de Datexco. Como las encuestas son los ojos que nos permiten vivir en la compleja sociedad debería haber un premio para la que acierte, sin llegar al extremo de la sanción para las que se equivoquen como ocurre con los diagnósticos médicos. Basados en las encuestas los comentadores escribimos, sirven de olfato y de ojos. Y los gobernantes toman o no decisiones claves. Al haber ellas perdido credibilidad sin explicación válida de sus directores que optaron algunos por culpar al clima como si solo lloviera para uno de los bandos, se genera desconcierto, y una inseguridad básica.

Desde que se llevan análisis electorales, la anomalía colombiana muestra que seis de cada diez cedulados se abstienen de votar. La abstención del 60%, sin más podría, en aras de la discusión, ser considerada una fuerza pasiva favorable al statu quo, ya que quien calla otorga. Aunque otros lo toman como el bostezo que dan los espectadores ante la mediocridad del espectáculo.  A diferencia de otros países de alta abstención, Colombia vive el conflicto más antiguo del continente. Ese conflicto entre colombianos (pues no son alienígenas) unido a tan alta abstención hace que el gobierno tenga poca capacidad de maniobra como se demostró en el plebiscito. De ahí que tras amargas experiencias se elevara a norma constitucional la no reelección. Norma en mala hora abolida por cohecho, según La Corte.

Santos está en su segundo periodo y se nota. Se toleró la mediocridad de su gobierno por el sacrificio que hizo por un bien histórico superior, pero se sobregiró en la promesa. El que dice Sí se compromete con algo. El que dice No puede significar muchas cosas, y  suele diferir de las razones que otros dan con su no. Es una respuesta abierta a conjeturas. En eso es tan gaseoso como la abstención y riesgoso creer que puede capitalizarse como aval político. Aunque sin duda es válido su veto. Si se anula lo acordado el país quedará sin credibilidad alguna en materia de negociaciones con los alzados en armas. La guerrilla no desaparecerá como asegura sin sensatez la oposición, pues está apuntalada por la creciente adicción estadunidense. Con la victoria del No, quedamos en un limbo moral, político y de encuestas.