En el mundo hay 45 millones de esclavos. ¡Cifra aterradora! Pero hoy, por absurdo que parezca, la esclavitud tiende a aumentar, en vez de disminuir, debido a las inmensas ganancias que aporta a quienes se benefician de ella. Es tanto el dinero que se gana explotando mano de obra esclava que, en unos años, sobrepasará el dinero que se hace en el tráfico de drogas.
La fundación australiana Walk Free Foundation define la esclavitud como: “una situación de explotación a la que una persona no puede oponerse debido a amenazas, violencia, coerción, abuso de poder o engaño".
Es difícil calcular las ganancias que se obtienen de la esclavitud. Sin embargo, recientemente la Organización Internacional del Trabajo (OIT) consideró esas ganancias superiores a los 150.000 millones de dólares anuales: “lo cual equivale a la suma de las ganancias de las cuatro empresas más rentables del mundo” (BBC, junio 2016).
Se podría pensar que el mayor número de víctimas de la esclavitud son mujeres y niños que han caído en redes de trata de personas con destino a los burdeles del mundo. Pero no es así. Aunque el número de trabajadores sexuales abusados y maltratados como esclavos es muy grande, este es sólo el 10 por ciento del total, o sea: 4.5 millones de personas, aproximadamente.
La gran mayoría de la esclavitud afila sus garras en trabajos forzados en barcos pesqueros, minas, campos agrícolas, manufacturas, especialmente de la modalidad de maquilas, servicio doméstico o contra personas indefensas, en especial niños, obligados a mendigar para carteles especializados en su explotación.
Muy dolorosa es la esclavitud que sufren jóvenes mujeres, niñas aun, forzadas a casarse. Ellas pasan a ser propiedad de sus maridos, quienes, en muchos casos, las somenten, usan y abusan hasta la muerte.
Hoy, la mayoría de las víctimas de la esclavitud trabajan más de 20 horas al día, con poca comida, sin facilidades sanitarias, mucho menos servicios de salud. Todos son constantemente maltratados física y psicológicamente y mantenidos bajo un constante régimen de terror.
Para esta columna he leído múltiples entrevistas de personas rescatadas de la esclavitud. Sus relatos son desgarradores, sus sufrimientos indescriptibles. Muchos concuerdan en que si intentaban huir y son capturados, casi con seguridad serían asesinados a golpes, o de hambre, o sus familias sufrirían terribles consecuencias. Otros aseguran haber visto como partían los brazos o las piernas a compañeros recapturados.
Oriente es el lugar donde hay más esclavitud (35 por ciento), el segundo lugar es Europa. Sin embargo, esclavos hay en todo el mundo. En Latinoamérica, la mayoría se encuentra en Haití y República Dominicana. En Colombia la cifra es cercana a los 308.200 casos, en Perú, cerca de 200.000, y en Venezuela alcanza 198.800 (OIT).
La gran mayoría proviene de las clases más pobres y con menos educación. Muchos caen en la esclavitud debido a alguna deuda adquirida por ellos o sus familias, en muchos casos a través de engaños. Deudas que deben pagar con su trabajo por años, en muchos casos hasta que mueran.
La esclavitud es difícil de identificar, pues es prácticamente invisible al ciudadano común. Está bien camuflada por expertos. Un manto de silencio y criminalidad la cubre. A veces, es difícil de identificar aun para los mismos gobiernos.
¿Qué hacer? Mantener los ojos bien abiertos y denunciar cualquier cosa que nos parezca sospechosa. Ese es un buen comienzo.