FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Octubre de 2013

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

Bogotá, cine y lenguaje

Mañana termina el Trigésimo Festival de Cine de Bogotá,  certamen acreditado gracias a la persistente labor de su director, Henry Laguado, que en esta versión logra convocar a sesenta y nueve países y la participación de un milenio de películas con muy variadas historias, lenguajes, técnicas, formatos, distribuidas en largo metraje, cortometraje y documentales de distinto género. 

Naturalmente que la premiación no será una decisión fácil. Hay  gran expectativa, más aún  teniendo en cuenta que muchos de los directores asistieron al evento que contó con una concurrencia selecta de cineastas y críticos estimulados por la invitación franca del Festival para oír críticas y provocar debates, al tiempo que se promocionó un patrocinio  económico, por parte de Canon,  a los aprendices que se lancen a presentar proyectos que merezcan su realización.

El cisma moral causado  con ocasión de la opción de género que vive la sociedad contemporánea, en todas las latitudes, se muestra en varias de las piezas del concurso con delicadeza y decisión, sin que esta franqueza en el  guión  pueda tildarse de apología a la liberación sexual. Simplemente, la intención, se advierte en las  historias,  es mostrar una realidad que ha superado las costumbres  hipócritas impuestas política y religiosamente por muchos años.

Gf*Bf, por ejemplo, una realización taiwanesa, dirigida por Ya-Che Yang, muestra  el cambio de la cultura y las costumbres de esta sociedad china y cómo el comportamiento sexual libre de sus gentes no es ya motivo de escándalo o persecución; sin alejarse del movimiento político que propició el cambio.  Concurre el mismo tema  la excelente  producción colombo- brasilera, Simone, del director antioqueño Juan Zapata.

Otra cara del Festival es la que exhiben los documentales sociales. Piezas de una indiscutible fidelidad histórica, concebidas a partir de la reconstrucción de etapas y hechos que han marcado hitos en el desenvolvimiento de la cultura política de los pueblos y el consecuente proceder de su clase dirigente. La tarea de sus directores resulta indiscutiblemente meritoria, pues muchos de los  filmes postulados entrelazan milimétricamente episodios traídos de la vida real, copiados de los noticieros y otras fuentes similares,  que son conectados por un guión que se luce por su coherencia y respaldo documental.

Llama la atención en algunas de las propuestas exhibidas que el formato utilizado apela al momento presente como un lenguaje persistente, transmitiéndole al espectador la sensación de que el pasado y el futuro serán un eterno hoy, propósito que no siempre se logra y que hace que el recuento o el relato confunda el hilo conductor y canse sin razón la atención del público. No siempre la modernidad se puede copiar, hay que pretender  la originalidad y no la copia “snob”. Este abuso, se supone, desdibuja lo valioso del producto y, lamentablemente, se oye entre los asistentes al espectáculo -en los pasillos del grande y bien dispuesto  salón de exhibiciones-  su desencanto por la falta de autenticidad de algunos directores.