GENERAL (R.) LUIS ERNESTO GILIBERT VARGAS | El Nuevo Siglo
Miércoles, 6 de Junio de 2012

La percepción de seguridad

 

Con  los últimos acontecimientos está decayendo la percepción de seguridad en Bogotá y es lógico que esto suceda, pues si escuchamos los relatos de hechos tan macabros como el sucedido en los predios del Parque Nacional y algunas actuaciones infortunadas de policías (mas no de la institución) entenderemos cierta prevención en los ciudadanos no sólo de la capital sino del país en general, por su seguridad personal y familiar.

No pretendo dar explicaciones sobre el trance vivido, ni mucho menos entrar en aclaraciones de procedimientos u operativos ejecutados con ocasión de las mencionadas situaciones, pues los mandos serán los encargados de aclarar y entregar satisfacciones tanto a las autoridades como a Colombia entera. Pero es bueno puntualizar ciertos criterios, recordando que la Cámara de Comercio, hablando de Bogotá, con su Observatorio va comparando mes a mes el devenir delictivo de cada año y publica los resultados para conocimiento ciudadano, que a su vez permite al residente contar con un referente enfocado hacia la percepción de victimización y seguridad, permitiendo a las autoridades reafirmar los planes y programas aplicados o ajustarlos de acuerdo con frutos alcanzados; los análisis hasta el momento exhiben éxitos apalancados en la presencia policiva y expedición de normas restrictivas, enfrentado a un incidente curioso, como es que la sensación de seguridad en muchas oportunidades no encaja con las patrones criminales, y en ocasiones los cruces estadísticos arrojan una tendencia al aumento y la sensación de tranquilidad también aumenta, o viceversa.

Definitivamente ante el anuncio de incremento en el número de efectivos se obtiene una respuesta positiva en el conglomerado. Al aumentar la cantidad de agentes en cada barrio, encontramos un factor disuasivo para la delincuencia común, que es en últimas la más perjudicial para el vecino o ciudadano del común, impulsándolo a tender puentes de amistad y colaboración con la institución Policía Nacional. Cuando esta estrategia se presenta las administraciones reclaman como propios los resultados en la lucha contra la delincuencia, estrategia nociva para las relaciones entre institución y Administración, que distancia las partes dejando un espacio para la delincuencia. Lo recomendable ante este escenario es continuar trabajando para mantener el mayor número de hombres posible, dinamizar los planes y programas que muestren éxitos en el sector, comprometiendo, como lo venimos recomendando en todas estas notas, a la ciudadanía con la policía y autoridades, mediante información pronta y oportuna de hechos y anomalías conducentes a la alteración del orden público y la tranquilidad ciudadana. Por otro lado, no pueden las autoridades conformarse con el trabajo preventivo desarrollado por la Policía; urge desplegar políticas sociales destinadas a la atención de causas, que en determinados momentos se pueden convertir en orígenes de criminalidad. Ojalá se diseñen políticas de largo plazo y las estadísticas se conviertan en referente estratégico.