Los candidatos presidenciales hablan de todo en campaña. De lo divino y lo humano; sepan o no de lo que hablan, y entiendan o no sus propias propuestas. Todo se vale -la contradicción, e incluso lo imposible- en el esfuerzo de atraer el apoyo de los ciudadanos para su causa, y de persuadirlos no sólo de su capacidad e idoneidad para gobernar, sino de las ventajas que ofrece su programa frente al de sus rivales. De lo que casi nunca hablan -o hablan muy poco- es de política exterior.
Ello puede obedecer a varias razones. Por ejemplo: porque los temas de política exterior -frecuentemente confundida con la diplomacia- no son taquilleros, pues a los ciudadanos les preocupan demasiado sus problemas inmediatos como para prestarle atención a otros que perciben más bien lejanos y poco conectados con su vida cotidiana. O tal vez, porque los candidatos no tienen en su ecuación esa variable -así de miope puede llegar a ser el parroquialismo-; o porque no entienden de qué va el asunto y, en un acto de pudor que se echa de menos cuando abordan otras materias, simplemente se quedan callados.
A veces, sin embargo, los candidatos echan mano de la política exterior, con menos inteligencia que oportunismo, cuando hacerlo les sirve para excitar los sentimientos patrioteros, el nacionalismo ramplón. Alguien dirá que a fin de cuentas las elecciones pocas veces se ganan con razón y muchas a fuerza de emociones y pasiones.
Y sin embargo, la política exterior es crucial para el futuro del país, pues Colombia ya no puede darse el lujo de seguir pensando como si fuera una ínsula autista, enclavada en los Andes, desconectada de sus fronteras y de espaldas al mundo. Por eso mismo, hablar seriamente de política exterior debería ser un imperativo en estos tiempos de campaña política (y luego, claro está, a lo largo y ancho del próximo gobierno…).
¿Cuáles serán, señores candidatos, los principios orientadores de su política exterior? Dicho de otra manera: ¿para qué empleará su gobierno la política exterior y cómo usará sus herramientas?
¿Cómo se conectará su política exterior con su política interna en materia de fortalecimiento e integridad institucional, promoción del desarrollo económico y expansión del progreso social?
¿Qué papel específico le corresponderá a la Cancillería en medio de la proliferación de oficinas de asuntos internacionales que operan, a veces como ruedas sueltas, en tantos otros despachos y entidades, y en los distintos niveles de la administración pública?
¿Cuál es su posición frente al creciente activismo de potencias extra-regionales (China, Rusia, India, Turquía, e Irán incluso) en el hemisferio? ¿Cómo abordará Colombia el nuevo escenario geopolítico global, crecientemente apolar y competitivo?
¿Cuál será el compromiso de su gobierno en cuanto a los esfuerzos multilaterales para enfrentar el cambio climático? ¿Ratificará Colombia finalmente el Acuerdo de París?
¿Cuál es su posición frente a la innecesaria multiplicación de organizaciones internacionales, poco eficaces y costosas, como por ejemplo Unasur? ¿Cuál es su posición frente al Sistema Interamericano?
¿Cuál será su política para el desarrollo fronterizo -más allá de la soberanía territorial-, pensando también en la buena vecindad? ¿Qué papel jugarán en ella las entidades territoriales y la empresa privada?
¿Cómo disminuirá la opacidad con la que, frecuentemente y a veces sin razón suficiente, ejerce el Gobierno sus competencias discrecionales en materia de política exterior?
¿Cuál es su política exterior en materia de lucha contra el crimen organizado transnacional: narcotráfico, tráfico de armas y personas, corrupción, etc.?
¿Cómo sacará del limbo y de la incertidumbre los derechos de Colombia en el Caribe Occidental -no sólo en relación con Nicaragua- con el fin de potenciar el crecimiento económico, promover el desarrollo sostenible y fortalecer la seguridad?
¿Cómo aprovechará su gobierno instrumentos como la Alianza del Pacífico para dinamizar la economía y la inserción internacional del país?
¿Y cómo propone abordar el desafío presente que representa la crisis venezolana, y también, el desafío que traerá consigo el “día después”?
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales