HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Junio de 2012

Anécdota de Laureano Gómez

 

Increíble pero cierto. Laureano Gómez, toda una fortaleza de la derecha colombiana y hombre combativo -el hombre tempestad-, a quien sólo se puede amar u odiar, dijo Valencia-, fue glorificado por los liberales más poderosos de su época. El recalcitrante José María Vargas Vila expresó: “Laureano Gómez vivió como entre relámpagos… Parecía una columna de mármol entre un fangal… Era lo que no se podía corromper”. Enrique Santos Montejo -Calibán-, abuelo del presidente Juan Manuel Santos, (nadie le ganó en influencia durante 50 años sobre sus lectores), opinó: “Laureano Gómez no sabe de diversiones, ni de ocios. Impresiona su pulcritud pública y privada. No tiene esa sal de la vida que son los vicios. No fuma, no juega, no bebe. Es perfecto y terrible…”. Carlos Arango Vélez, -“el ave de tormenta… la antorcha que más ilumina”, comentó: “Cuando Laureano Gómez ingresa al Senado el recinto se dignifica… Asombra la grandeza de sus debates”. Con una o pocas palabras definía complejas situaciones: ‘Tapen, tapen tapen’; ‘Oro y escoria; ‘El Basilisco”; ‘Guerra, guerra a muerte al invasor’. ‘Estas son lentejas, si quieres las tomas, si quieres las dejas’ (Biografía de L. G. por H.G.A.    

La siguiente anécdota es fabulosa.

Una vez, en la década de 1930, ante un Senado repleto y dominado por la expectativa de su anunciado debate, dijo el temido conductor. ‘La única coraza que hace inderrotables a los partidos es la integridad moral. Sólo la ética de la autoridad que es la fuente del poder. El mundo está perdido por practicar políticas sin valores, comercio sin pulcritud y religión sin sacrificios…’. Ahora viene lo impactante.

“Un hombre, dijo Laureano, bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones que lo despojaron, lo hirieron malamente y se fueron”.  En seguida leyó el doctor Gómez lo esencial de la parábola del buen samaritano, donde además del hombre herido, robado y abandonado a la vera del camino, aparece un sacerdote que lo ve y pasa de largo; b).- un levita que también lo ve y se horroriza pero se limita a dar aviso a las autoridades y c).- un samaritano, que se baja de su jumento, recoge al herido, lo cura y lo lleva hasta el próximo mesón. Al llegar a este punto, Laureano se preguntó: ¿A qué partido representa cada uno de estos personajes?

El sacerdote que pasa de largo, dijo el Dr. Gómez, es el partido liberal manchesteriano -en apogeo en la década de los 30- con su filosofía del dejar hacer y dejar pasar; el levita que se conduele es el partido socialista, según su ideología, el deber consiste en comunicar al ‘Estado’`para que ayude y proteja al ciudadano en desgracia. Finalmente, el buen samaritano, dijo Laureano, es el conservatismo que aunque no practique siempre, cree firmemente que su deber es bajarse del jumento y atender personalmente al herido. La audiencia aplaudió con entusiasmo; Laureano guardaba una sorpresa. Con solemnidad interrogó ¿En este cuadro quién representa al partido comunista? El público se silenció. Laureano aclaró: el partido comunista está representado en este cuadro por el ciudadano herido, que insulta a todo el mundo y habla de injusticia.