En Bogotá y las demás ciudades del país nos encontramos viviendo una gran crisis en la seguridad ciudadana. Han aumentado, y preocupan mucho a la ciudadanía, los robos de carros, de bicicletas, celulares, y en general los atracos en las calles, robos en residencias y oficinas, secuestros exprés y demás actos de delincuencia, tanto en sectores urbanos como rurales. Lo que es aún peor es que los delincuentes cada vez son menos pasivos y acuden más a la agresión y la violencia para lograr su cometido.
Pero resulta que en la mayoría de los casos las estrategias son las mismas, y no por coincidencia; se repiten porque se trata de las mismas bandas criminales que, aunque generan un patrón más que obvio y evidente, por algún motivo no son capturados y, de serlo, son liberados por los jueces y así continúan haciendo de las suyas.
Además, dicha situación se ve reflejada en el desmejoramiento en los avances de proyectos económicos e incluso de la inversión extranjera, por no decir que en su estancamiento.
En el caso de la capital, cada hora se presentan 9 nuevos atracos. Es decir que al día son 216, al mes 6.480 y de seguir así al año sería 77.760 sólo en Bogotá. Una cifra nunca antes vista. Las bandas de delincuentes están creciendo y un número importante de inmigrantes están involucrados en las mismas. Para quienes residimos en la capital de nuestro país, como en varias de las municipalidades de Colombia, es muy preocupante que todos los días se sienta más inseguridad en las calles sin ver acciones efectivas que busquen controlar esta circunstancia.
Lo más preocupante de todo es que también hay una crisis en la cúpula de la Policía Nacional, donde el Director General está siendo investigado por la Procuraduría General y la Fiscalía, por presuntos delitos de corrupción, denunciados por el inspector general de esa institución. Cuando los altos mandos de una institución armada se encuentran enfrentados, es urgente que el Gobierno actúe con rapidez, cortando por lo sano, para que esta clase de eventos no se vean reflejados en el personal de la institución o lleven a la anarquía en su comportamiento operacional, pues la conducta de los directivos puede llegar a ser ejemplo en sus subalternos y es ahí cuando se llega a una grave situación en el cumplimiento de sus objetivos.
Es que hasta a los medios de comunicación llegan historias de agentes de la policía que, ante grabaciones hechas por ciudadanos de su actitud en el ejercicio de las funciones que le corresponden a su cargo, acuden a la violencia bárbara, infame e ilícita. Abusan de su poder para no verse despojado de él, incluso haciendo uso del arma, cuya finalidad es la protección de los residentes, para amenazar a los mismos.
A propósito del nuevo Código de Policía, es importante que primero eduquen e inculquen sus principios y valores en debida forma a los agentes a quienes corresponde velar por su cumplimento. De lo contrario, aumentará el abuso de poder y se continuará perdiendo la esencia y razón de ser de dicho organismo.