JAIME PINZÓN LÓPEZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Octubre de 2013

PRIVILEGIOS INDEFENDIBLES

La clientela de Pericles

Cuando  se habla de Atenas y la Democracia se recuerdan los nombres de Solón, el padre  de la Constitución y de Pericles, trece veces reelegido, el presidente que gobernó, durante más de cuarenta años, con un sistema de participación ciudadana abierto y de elecciones.

Pericles tuvo en un tramo largo de su mandato el lunar del clientelismo. Fue motivo de controversia grande la decisión de remunerar con sueldos altos a los funcionarios públicos y otorgar subsidios para conseguir votos. Sus determinaciones recibieron el rechazo de la Corte Suprema que  las declaró nulas, especialmente la de suministrar, con cargo al erario, tres óbolos para cada uno de sus consejeros

El pueblo de Atenas elegía a sus representantes merced a dadivas que dispensaba Pericles, a quien le interesaba tener contentos a los miembros de esa especie de parlamento popular quienes servían de intermediarios para asegurar votos. El areópago declaró inconstitucional poner sueldo a quienes desempeñaban cargos honorarios y abrir camino a las clientelas con un refinado andamiaje que presagiaba el pago por servicios electorales.

¿Qué hizo Pericles? Declaró que acataba el fallo respetuoso de la Constitución, pero maniobró para ampliar el número de integrantes de la Corte a quinientos miembros en principio y luego a cinco mil, con pago de dietas por sesiones para sus integrantes y subsidios de distinta índole, fundamentado en el argumento de la modernización y recompensa adecuada para los servidores públicos lo cual influyó también en el incremento de ingresos de los militares. Los recaudadores de impuestos tuvieron más trabajo para cobrarlos con destino a la cancelación de dietas y subsidios, incluyendo las sumas destinadas a la compra de entradas al teatro, derecho establecido por Pericles en provecho de todos los ciudadanos libres de Atenas.

En el siglo quinto antes de Cristo, el clientelismo se incrustó en la democracia. Como en tiempo de Pericles, para que los principales intermediarios electorales, es decir, los congresistas, no se disgusten, así el Consejo de Estado hubiera rebajado sus ingresos al considerar que algunos de ellos, -especialmente el de prima de localización- eran injustos, el Gobierno colombiano ingenió un acto administrativo para reponer la disminución del salario y se abre un debate sobre la conveniencia de ajustar y revisar sueldos en la administración, en medio de nombramientos y rotación de puestos diplomáticos. Con eso hay que tener cuidado.

El clientelismo ocasionó la crisis de la democracia ateniense y Pericles, -orador, constructor y guerrero-, lleno de soles y de sombras, fue causante de ella. La idea de prestar idónea colaboración al Estado en posiciones de representación popular varió por la de recibir beneficios con perjuicio social. Para que la Democracia funcione es indispensable tener a raya las clientelas, las cuales proliferan a través de la historia, sin que seamos la excepción y recordar la de Pericles. Los ciudadanos aspiramos a que nuestro voto cuente, a elegir voceros ajenos a   privilegios indefendibles.