JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Junio de 2012

Respuestas sin sentido

Quizá el problema es que nunca nos hacemos las preguntas necesarias. Nos hemos acostumbrado a dar y recibir respuestas como si fuese un acto reflejo, como si tener las palabras en la boca fuese más importante que el contenido de las mismas. Respondemos sin pensar, sin evaluar consecuencias, sin mirar atrás o adelante. Creo que el problema más grave de nuestro país es que nunca nos preguntamos, delegamos la responsabilidad de cuestionarnos a los micrófonos o a los desprevenidos, pero no lo hacemos nosotros, como si viésemos como un pecado no saber en dónde estamos parados.

Eso es lo que pasa a la mayor parte de los funcionarios públicos. Siempre quieren tener una respuesta, aunque nadie después pueda corroborarla, como el extraño caso del pico y placa los sábados en Bogotá, o del avispado senador barranquillero y su trifulca con la policía de la ciudad. Se refleja en nuestros alcaldes, gobernadores y ministros. En el Presidente y sus predecesores.

Y ni hablar de los colombianos de la calle. Si nuestros líderes están tan perdidos en el panorama nacional, no es mucho lo que podemos esperar en el interior de las casas. Los mensajes que recibimos son siempre en direcciones tan diferentes que el tiempo para preguntar por el futuro del país queda relegado detrás de las cosas que consideramos importantes, como si el país siguiese su camino a pesar de que a nadie le importase.

Y como nuestros padres de la patria viven tan interesados en sus respuestas, menos interés hay siquiera en preguntarse por aquellos que se supone les eligieron para ocupar los cargos que ostentan. Hablamos de su participación en debates importantísimos que incluyen temas que cambiarán la vida de los colombianos, pero que en la práctica difícilmente son coherentes con lo que sucede en las familias, porque son muchos los años luz que nuestros próceres se han distanciado de la realidad del país, hasta el punto que quizá hoy, sólo conozcan por las novelas.

Colombia necesita empezar a preguntarse, desde la academia, la política y las calles, en los hogares. Necesitamos formularnos las preguntas correctas, aunque duelan y lastimen, para dejar de seguir en los mismos círculos que parecen agobiarnos. Necesitamos dejar de escuchar y de repetir respuestas sin sentido, al menos para que el silencio se convierta en una razón para pensarnos y evaluarnos. Hoy al menos necesitamos ese silencio.

@juandbecerra