Empezó la cosecha de café y todo indica que es histórica. El volumen es enorme, serán más de 7 millones y medio de sacos de 60 kilos cada uno, 450 mil toneladas de esperanza en grano que llegan justo cuando más difícil se hace todo. Está claro que los caficultores no tienen tiempo para pesimismos distópicos y apocalípticos, pues sembrar y cultivar no es otra cosa que un acto de confianza. Abrir un surco en la tierra y sembrar una semilla o una planta con la férrea confianza en que va a crecer, florecer y dar frutos no es otra cosa que ejercer la esperanza, esperar creyendo que algo bueno va a pasar. Y qué fortuna que existan los cafeteros. Este año en medio de la incertidumbre mundial, esperan, con ilusión, superar los $9 billones de pesos, un valor sin precedentes y un respiro para la economía nacional, ahora que se hace tan difícil respirar. Sí qué fortuna, y de la buena, que exista el café.
Es tan grande la cosecha que se han requerido unas 165.000 personas para recoger el café que producen medio millón de familias en 602 municipios, la mitad del país. El café convoca en todo sentido, es como un telar que entrelaza a las personas entre sí y con el territorio. Con paciencia infinita, a lo largo de los últimos 180 años los cafeteros, grandes y pequeños, hombres y mujeres, han logrado tejer punto a punto un sentido compartido de nación, una narrativa común sobre lo que nos hace sentir orgullosos de estar juntos y pertenecer al mismo empeño, incluso, a pesar de tantas cosas que nos avergüenzan.
No es nada fácil y menos en tiempos de pandemia. Es peligroso movilizar a mucha gente, así que abrieron bolsas locales de empleo y aplicaron estrictos protocolos. No ha sido fácil nunca. Aunque la tecnificación ha reducido el margen de incertidumbre, la volatilidad del precio y los cambios en el clima siguen siendo riesgos permanentes. A pesar de lo que el café le ha dado al país, no parece ser recíproco lo que el país le ha devuelto a los caficultores. Muchos siguen sufriendo por falta de carreteras, tampoco cuentan con conectividad y su acceso a servicios sigue siendo precario. Es cuanto menos desconcertante al tratarse de una actividad que lleva casi dos siglos sembrando y cosechando el futuro de toda una nación. ¡Qué vergüenza!
Solo ha sido posible porque lo han hecho juntos. Hasta en el rincón más apartado hay un pequeño comité donde, además, las mujeres tienen una presencia significativa. Se necesita coraje, creer en el futuro y en los demás, invertir, tener mucho conocimiento y trabajar duro para cosechar la esperanza y luego devolverla a un país entero. Gracias. Esta vez todo parece estar a favor: la cosecha es grande y buena, el precio se mantiene favorable y en el mundo entero el consumo de café ha aumentado. Gracias a los cafeteros por el café pero, sobre todo, gracias por la esperanza.
@tatianaduplat