La detención de Jesús Santrich por narcotraficar con posterioridad a la firma de los acuerdos entre Farc y gobierno (diciembre 2016) y su eventual extradición a Estados Unidos, pues ya no estaría protegido por los acuerdos, aparentemente ha dividido al grupo guerrillero y, muy posiblemente, conllevaría a un resurgir de las Farc o al menos un grupo importante de esta guerrilla engrosaría a los existentes “disidentes”. Santrich se niega a aceptar que la JEP decida si sus transacciones con el grupo de Sinaloa fueron desarrolladas con posterioridad a los acuerdos y que luego la justicia ordinaria decida si dichas transacciones existieron y, que, por lo tanto, habría lugar a la extradición y todos los candidatos, todos, han dicho que ellos lo extraditarían. Si Santrich estuviera seguro de su inocencia no habría hecho tal alboroto e iniciado una huelga de hambre diciendo que se dejará morir antes que ser extraditado.
Esta huelga de hambre recuerda la de varios miembros del Ejército Revolucionario Irlandés, en 1981, siendo primera ministro Margaret Thatcher, pidiendo condiciones de detención preferenciales. Durante la protesta murieron de inanición 10 prisioneros, antes de que las familias solicitaran atención médica y a sus familiares que suspendieran la huelga. Por algo Margaret Thatcher era conocida como la “dama de hierro.”
La decisión de la justicia no es para mañana y podemos preguntarnos si aceptará Santrich ser alimentado por vía endovenosa o suspenderá su protesta cuando los médicos le digan que su vida peligra. Su situación jurídica es, por lo menos, complicada, la DEA parece tener pruebas contundentes, entre ellas el testimonio de uno de sus coacusados, Marlon Marín, nada menos que sobrino de Iván Márquez y quien, rápidamente, hizo un trato con la DEA y ya se encuentra “cantando” en Nueva York. Respecto a su relación con Rafael Caro Quintero, cabecilla del cartel de Sinaloa (¡el ciego le dibujó un retrato!), dijo Santrich que este estaba interesado en invertir en proyectos del posconflicto (pudo haberse inventado una mejor excusa).
Santrich no parece ser el único cabecilla de las Farc con rabo de paja. Ya Iván Márquez se fue al Caquetá y el “Paisa”, exjefe de la sanguinaria Teófilo Forero, también tomó las de Villadiego “mientras no se libere a Santrich”. El que la debe, la teme. Del lado contrario se sitúan Timochenko, Pablo Catatumbo y Carlos Antonio Lozada. Cuando Santrich afirmó que “Yo no creo en el Fiscal, no creo en la Rama Judicial”, Timochenko replicó que “Es nuestro deber actuar ajustados a ellas (la constitución y las leyes). Quien no lo haga debe atenerse a las consecuencias, y ahí difícilmente puede pedírsele solidaridad al partido.” Esta división hace temer por unos acuerdos repudiados por la mayoría de los colombianos.