“Concertación pensional no va a acabar en nada”
El nuevo libro de Thomas Pikkety “Capital e Ideología”” que acaba de publicarse en Francia, acaso tan importante como su trabajo anterior “El capital en el siglo XXI”, nos da algunas pistas para entender el malestar social que está estallando por todas partes. Incluida Colombia por supuesto.
Según lo demuestra Pikkety en este monumental trabajo de más de 1.200 páginas, las transformaciones sociales económicas y fiscales, lo mismo que las formas de propiedad de cada época, se explican a través de la historia por la influencia de las ideologías. Y que sobre todo tratándose de la esquiva búsqueda de la equidad han tenido siempre una influencia decisiva. Mucho mayor de lo que se piensa.
La gran pregunta que debemos formularnos en Colombia es si una nueva ideología (desordenada, tumultuaria si se quiere, pero con un denominador común: ¿la búsqueda apremiante de mayores estándares de equidad) se está abriendo camino en el país o no? De la respuesta que se le dé a esta pregunta crucial dependerá que la solución que se encuentre sea ordenado o destructiva y populista.
A veces da la impresión que el gobierno no está calibrando a cabalidad la profundidad y el significado de las fuerzas (el magma) que están saliendo a la superficie del volcán hasta ahora dormido de la sociedad colombiana. Y que parece creer que dichas fuerzas se van a calmar solas. O que se van a enfriar con paños tibios.
Veamos un ejemplo: el asunto de las pensiones. Hay un clamor cada vez más sonoro para que haya mayor equidad y cobertura en el tema pensional.
La inmensa mayoría de la población colombiana no tiene acceso a ningún tipo de seguro pensional (seis de cada diez colombianos no tienen posibilidad de alcanzar nunca la pensión); y dentro de los poquísimos que la logran existen privilegiados que gozan de pensiones irritantemente altas y chocantes. Una inequidad flagrante.
¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno? Se ha limitado a decir que no es partidario de elevar la edad de jubilación, y que va a concertar una reforma al régimen de pensiones en el seno del comité tripartito (trabajadores, empresarios y gobierno) que usualmente se ocupa del salario mínimo.
Pero ¿qué piensa el gobierno sobre cuál deba ser la arquitectura de la reforma pensional que requiere el país? ¿Qué opina sobre su sostenibilidad financiera? ¿Qué es lo que va a impulsar? No se sabe. Probablemente no tiene nada estudiado.
Lo va a coger la noche. El ilusorio ejercicio de intentar “concertar” una reforma pensional en el seno del comité tripartito no va a acabar en nada. O quizás sí: en una simple “lluvia de ideas”.
Es imperioso que el gobierno ponga las cartas sobre la mesa. Y que se juegue a fondo, con coraje, como lo está haciendo Macron en Francia al que le están haciendo unas huelgas gigantescas para que retire su reforma pensional. Pero que ha preferido afrontar dichas huelgas antes que retirar sus ideas sobre lo que debe ser un régimen moderno y sostenible de seguridad social.
Este es el típico caso en el que un gobierno no puede pretender darle gusto a todo el mundo. Ni tampoco concertar con fuerzas disímiles que reflejan intereses encontrados algo que requiere lucidez y el brío absoluto del gobierno.
En Chile el gobierno de Piñera resolvió subir los impuestos a los más ricos, mediante un pacto político que allí se alcanzó, para financiar el incremento y la universalización del pilar pensional solidario destinado a los más pobres.
Una interesante lección para reflexionar ahora que estamos próximos a aprobar una nueva reforma tributaria plagada de prebendas para quienes tienen más capacidad de pago. Y para quienes nunca harán parte del contingente de desesperanzados colombianos que no tienen acceso a ningún tipo de pensión.