Germán Efromovich
“Para alcanzar la paz, todo empresario colombiano, debe invertir en el campo, como parte de su responsabilidad social”.
Germán Efromovich
Con cara de abuelo bonachón, este empresario colombiano, de una gran energía, con don de gentes, buen humor, paciencia y amor patrio, ya ha calado en el corazón de sus nuevos compatriotas.
De vendedor de enciclopedias, director de una escuela e ingeniero mecánico, pasó a ser un empresario de gran visión y de agallas suficientes para salvar empresas, lo cual le mereció ser condecorado por el Senado de la República con la Orden del Congreso en Grado de Caballero, por solicitud del senador Carlos Emiro Barriga Peñaranda, en reconocimiento a la labor desarrollada en el sector aeronáutico y empresarial del país, medio en el cual ya tiene una imagen de eficiencia y espíritu de trabajo.
Con palabras sencillas agradeció el reconocimiento y dijo que “fue una casualidad el llegar a Colombia y uno de los motivos que me hicieron invertir en ella fue el mayor patrimonio que tenemos en este país, que es su gente, pero también no se puede ignorar la tradición democrática, la seriedad de sus instituciones, la estabilidad de las reglas de juego y el compromiso de sus dirigentes en avanzar hacia una sociedad justa, libre y con mucha paz”.
Germán Efromovich es muy diferente a otros empresarios, sencillo, de diálogo directo, sagaz, ameno, lleno de anécdotas, muy orgulloso de su nacionalidad colombiana, satisfecho de haber logrado convertir a Avianca en un emporio aéreo y en la aerolínea más grande de la región.
Pero este empresario polaco de sangre, boliviano de nacimiento, brasilero de residencia y colombiano de alma y espíritu, no sólo ha pensado en el aire como fuente de recursos, también, creyendo en su nuevo país, está invirtiendo en la hotelería, en el turismo, en el petróleo, en el sector agrícola, con cultivos de piña, café especial, con el cual ya se ganó un premio mundial.
En la hacienda La Gloria, en el Cesar, inició un gran proyecto de cultivo de palma africana con planta procesadora de aceite, que ya surtió los primeros efectos sociales: cero desempleo en el municipio, seguridad social y seguridad de compra de sus cosechas a los pequeños porcicultores, amigable con el medio ambiente dentro de una política de desarrollo sostenible. Así se protege al planeta, se hace justicia social y así se consigue la paz.