La revuelta fiscal que está teniendo lugar en Francia - y que aún no termina- le da razón al gran historiador de las rebeliones fiscales David Burg (A world history of tax rebellions), cuando afirma:” las revueltas de impuestos frecuentemente subsumen profundos asuntos económicos, políticos, y aún religiosos. La tributación a menudo es la causa profunda de protestas y de insurrecciones”.
Si se piensa que entre impuestos y todo tipo de contribuciones fiscales Francia cobra a sus ciudadanos 45% del PIB, 8 puntos más que Alemania, no es sorprendente el malestar que despertaron “los chalecos amarillos”.
Originalmente se había previsto una sobretasa a los combustibles que entraría en vigencia a comienzos del año entrante, para financiar los compromisos que contra el cambio climático había adquirido Francia en el acuerdo de París.
La repulsa contra esta sobretasa fue la chispa que prendió el malestar francés que hemos presenciado en las últimas semanas, y que aún no termina. Pero a medida que pasan los días las pretensiones de la revuelta se han extendido mucho más allá de exigir el retiro de la sobretasa a los combustibles, cosa que ya lograron.
Las exigencias se han extendido también a la elevación del salario mínimo, a la supresión de algunos otros tributos, cosa que también ya logró el movimiento de “los chalecos amarillos” que fue capaz de poner contra la pared a un sorprendido gobierno que nunca se esperó este tipo de reacciones.
Una revuelta de estas dimensiones no se veía en Francia desde mayo de 1968 cuando los estudiantes alzaron sonoramente la voz contra el general De Gaulle. Es un movimiento que no tiene jefes; que su soporte principal son las clases medias, y que ha tenido su epicentro en la Francia profunda y rural.
Las más vociferantes protestas toman la vocería de unas clases medias a las que, según ellos, las estarían asfixiando. El movimiento ha venido tomando connotaciones políticas mucho más marcadas, como aconteció a mitad del siglo pasado con lo que se conoce como el movimiento Poujadista, que encendió a Francia contra de unas reformas de administración tributaria que buscaban controlar de la evasión fiscal.
Esto que ha venido sucediendo en Francia hay que enmarcarlo también dentro del malestar político de las disciplinas presupuestales impuestas por Bruselas, y que se evidencia con la reciente evolución política de Italia.
El movimiento de “los chalecos amarillos” ya ha alcanzado grandes logros. Entre ellos el retiro de la sobretasa a los combustibles, el aumento del salario mínimo y el haber logrado llevar a la mesa de negociaciones al gobierno del presidente Macron que se consideraba intocable y actuaba desde un olimpo.
¿Derivará todo esto en un nuevo partido político como sucedió con el Poujadismo?
¿Forzará cambios de tipo legal y constitucional en la República francesa?
Una de las quejas mas frecuentes de quienes ahora protestan es la calidad de los servicios públicos que se han venido deteriorando en Francia, después de ser modelo en el mundo. ¿Implicará cambios en la estructura toda de los servicios públicos?
No deja de ser ridícula la reacción del presidente Trump que lo único que se le ocurrió comentar cuando inicialmente el movimiento surge como protesta contra las tasas a los combustibles, fue decir que aquello estaba mostrando que quienes, como él, niegan la existencia del cambio climático, están en lo cierto.
Recordemos que la revolución francesa de finales del S. XVIII surgió básicamente como una protesta contra el opresivo régimen tributario del antiguo régimen. Lo que ha sucedido en Francia en las últimas semanas es una advertencia de cómo los gobernantes, y no solo los franceses, no pueden exacerbar impunemente el sentimiento popular cuando éste siente que los impuestos se han tornado injustos y opresivos.