“Diálogo con el ELN en catalepsia insuperable”
Con motivo del primer aniversario del execrable asesinato de los cadetes General Santander por parte del Eln, se han preguntado algunos si es posible que el gobierno Duque reanude diálogos de paz con este grupo subversivo.
Veo esa posibilidad francamente inexistente en el momento actual, por razones atribuibles fundamentalmente al Eln.
El Eln parece estar haciendo todo lo posible para que lo deje el tren de la historia, si es que ya no lo dejó. La última oportunidad la tuvo con el gobierno Santos y la desperdició torpemente. Todo lo que viene haciendo en los últimos meses parece estar orientado a que no pueda haber negociaciones de paz con este grupo.
El Eln dice y repite machaconamente, por ejemplo, que ningún gobierno puede pretender una “rendición previa” con la subversión como punto de partida para unas negociaciones de paz. Y llaman “rendición previa” a lo que el gobierno les ha exigido con toda razón para sentarse de nuevo a la mesa de negociaciones: cesar los secuestros y suspender las acciones delictivas.
Pero olvida el Eln, como tantas veces se les dijo en Quito durante las conversaciones que condujeron al cese bilateral de fuegos que con ellos se pactó, que suspender los secuestros contra civiles no envueltos en un conflicto, o abstenerse de atentar contra la infraestructura que beneficia a la sociedad civil no combatiente (voladuras de oleoductos que contaminan fuentes de agua o acueductos civiles por ejemplo), no significaba solicitarles una rendición previa.
Era por el contrario algo tan elemental como requerirlos para que suspendieran las violaciones al derecho internacional humanitario que ningún grupo alzado en armas puede quebrantar durante el desarrollo del conflicto interno. No violar el derecho internacional humanitario no puede confundirse en ningún caso con una exigencia de rendición previa como ahora alega el Eln.
Recordemos que las Farc con mucho más pragmatismo que el Eln renunciaron unilateralmente al secuestro de civiles, lo que facilitó enormemente que fluyera la negociación posterior de los acuerdos de paz.
Otra razón atribuible al Eln y a nadie más para que las negociaciones no se reactiven, es que este grupo subversivo -a diferencia de lo que pregonaban sus fundadores- ha descubierto el indiscreto encanto del narcotráfico y de las rentas espurias que de él se derivan. Ello explica la irrupción criminal del Eln en el Choco y en todas las comarcas por donde, como en el caso del Catatumbo, se presenta trasiego de coca.
El gobierno se ha engolfado en una discusión equivocada mientras tanto: exigirle a Cuba la extradición de los negociadores que se encuentran en La Habana. Cuba no lo hará. Y Colombia hace mal en poner contra la pared a un gobierno amigo como el de Cuba que siempre ha estado genuinamente comprometido con la paz de Colombia. Y que ha sido anfitrión y garante de las negociaciones tanto con las Farc como con el Eln.
El debate sobre la extradición de los jefes del Eln está mal planteado, pues desconoce la existencia de los protocolos sobre las garantías de salida y seguridad que se les brinda a los negociadores subversivos en el evento de que unos diálogos se suspendan o se den por terminadas. Como sucedió en esta ocasión. Y como aconteció cuando el gobierno Pastrana dio por fallidas las negociaciones con las Farc en el Caguán.
El gobierno Duque lleva la contabilidad de los eventos delictivos en que incurrió el Eln durante los 18 meses anteriores a su posesión. Esa contabilidad se podría llevar también, remontándose en la historia, para los más de 50 años que el Eln lleva delinquiendo. Pero no podemos olvidar que precisamente para que esa contabilidad de hechos vituperables y tristes se liquide de una vez por todas es que se busca la paz por la vía negociada
Pero lo que olvida también el actual gobierno, o calla en su discurso contra el Eln, es que con este grupo se firmó durante el gobierno Santos un cese al fuego bilateral que duró 101 días, en el que según la opinión de las Naciones Unidas que eran los veedores, los compromisos de parte y parte funcionaron bastante bien y las acciones delictuales del Eln se disminuyeron a la mínima expresión.
Fue además (el acta en donde se protocolizó este cese al fuego) el único documento que el Eln jamás había firmado con gobierno alguno en su más de medio siglo de actividad revolucionaria. Señal de que si se puede cuando hay real ánimo de las partes para buscarle a la paz vías pacíficas.
A pesar de las frecuentes admoniciones de obispos, dirigentes y políticos para que se retomen las negociaciones con el Eln, éstas parecen haber entrado en una catalepsia insuperable. Al menos durante este gobierno.