Rosa Elvira
Tengo que empezar esta columna haciendo la pregunta que muchos tenemos: ¿cómo es posible que un asesino pague una pena irrisoria, salga libre y además tenga encima tres investigaciones de acceso carnal violento contra menores de edad, y tan campante viva por la calle planeado su siguiente crimen? El sistema judicial colombiano es una ridiculez. Tiene unos cimientos equivocados porque en el fondo busca proteger los derechos, la integridad y en últimas el futuro (después de la cárcel) de los criminales y no de las víctimas. Así sucede con los asesinos, con los políticos corruptos, con los violadores y el largo etcétera de antisociales. Al cabo de dos, tres años por “buena conducta”, por vencimiento de términos, por olvido de la sociedad, por permisividad del sistema, salen a la calle a rehacer sus vidas, sin importar sus pecados.
El crimen de Rosa Elvira es atroz, pero también lo son las miles de agresiones que se cometen diariamente contra las mujeres y las niñas. Contra los menores que están bajo el yugo de padres abusadores, profesores y adultos que violentan sus espacios de crecimiento y desarrollo. El criminal y asesino de hoy fue un niño atormentado y mientras esa realidad no se revierta no habrá lugar para que la sociedad encuentre una tregua en un futuro cercano. Una política gubernamental dirigida a la rehabilitación de adultos que puedan generar espacios más sanos de crianza y amor en el interior de las familias es imprescindible y más aún cuando la evidencia día tras día es que la sociedad colombiana ha fracasado en el resultado más anhelado de cualquier grupo humano, y que se refiere a la convivencia pacífica entre sus habitantes.
No me cansaré de repetirlo una y otra vez desde esta columna, el origen de los traumas, neurosis, psicosis, y todos los males mentales se encuentra en la infancia y la triste realidad es que la infancia de los/as niños/as colombianos/as es muy difícil, es un espiral de violencia que es necesario desenredar.
La genealogía del conflicto colombiano se reproduce en los hogares rurales y urbanos y se alimenta por las noticias diarias que evidencian la violencia que nos rodea. Hay soluciones mucho más profundas que simples campañas de publicidad que a muy pocos impactan. Para carear las soluciones se requiere de gobernantes valientes, de jueces implacables e incorruptibles y, por supuesto, de castigos ejemplares. Los asesinos y violadores no pueden volver a salir a la calle. Se merecen estar encerrados de por vida.