Los niños y las niñas son sabios. Ante la pregunta que les hiciera la Secretaría de Educación del Distrito sobre qué tipo de educación quisieran para Bogotá, ellos respondieron: divertida. Qué respuesta contundente. La vida sería mejor si los adultos tuviéramos la misma claridad y trazáramos un límite inquebrantable a todo aquello que impida la felicidad.
La pregunta a los niños, y su respuesta, guiaron el trabajo de los 72 docentes y académicos que conformaron la Misión de Educadores y Sabiduría Ciudadana. El encargo que recibieron estos comisionados, por su parte, fue trazar el rumbo de la política educativa de aquí al año 2038 cuando Bogotá cumplirá 500 años de fundada, medio milenio. También fueron consultados padres y madres de familia, docentes, investigadores y especialistas en educación.
En total sumaron 900.000 las personas que aportaron sus ideas y expectativas sobre la educación en Bogotá. Todos coincidieron en algo, Bogotá necesita una educación que ayude a cerrar las brechas sociales, que brinde oportunidades, que forme seres humanos felices y bondadosos y que sea divertida, por supuesto. El mandato ciudadano es claro, garantizar una educación que brinde herramientas a cada quién para decidir y escoger, con plena libertad, cómo vivir y cómo convivir con los demás.
El derrotero hace énfasis en la educación inicial, incluso antes de los tres años; habla de una formación integral que abarque habilidades tecnológicas, deportivas, expresivas, emocionales y sociales fundamentales para la vida; plantea una transformación pedagógica que incluya la formación a los docentes, la revisión del currículo y su evaluación, así como el fortalecimiento de la educación pública; se ocupa de la transición de los estudiantes, jóvenes y adultos, a la vida productiva; y plantea estrategias para mejorar las condiciones de acceso y permanencia en el sistema educativo de quienes están en contextos rurales o en alguna situación de vulnerabilidad. Además, para que el sueño se convierta en proyecto tangible, la misión plantea estrategias de financiación y mejoramiento de la gestión, pues se requieren recursos y el concurso de muchas voluntades para hacerlo posible.
Cuando Bogotá llegue al medio milenio, los niños que nacieron en el 2020 tendrán 18 años y los que hoy hacen sonar sus cacerolas inconformes tendrán más de 36. Si la misión se cumple a cabalidad, los unos estarán terminando el colegio y los otros habrán desarrollado todas sus capacidades para integrarse al sistema productivo y creativo. Si además le hacen caso a los niños y a las niñas que participaron en esta consulta, unos y otros podrán decir que fue divertido y que fueron felices aprendiendo; entonces, sin duda, la vida será mejor para todos.
El reto para estas dos generaciones es enorme. Afrontar el mundo pospandemia en plena crisis económica, social y ambiental, implicará necesariamente inventar otras maneras de vivir, más solidarias entre los humanos, los animales y la naturaleza. Brindar las herramientas para lograrlo es tarea de la educación, la nuestra es hacer todo para que esta vez sí se cumpla, y llegue a buen puerto, esta misión.
@tatianaduplat