MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Diciembre de 2013

Ante del don sagrado de la vida (V)

 

Para mostrar cómo tener y conservar cuanto instintivamente anhela poseer cada ser humano, la vida, destaca señala el Papa Juan Pablo II en su Encíclica El Evangelio de la vida, el apoyo que le dan los Mandamientos divinos, entre ellos: “No matar” (Ex. 20,13 Deut. 5,17).  Pone de relieve la solemnidad con que  reafirma Jesús su cumplimiento, como la manera de tener certeza del buen camino. Allí está su enfática respuesta: “Si quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos” (Mt. 19,17).

Bajo el título “Ley Santa de Dios”, y con llamado especial a guardar primordialmente el quinto Mandato, presenta el Papa el Capitulo III de su gran Encíclica. Dentro del cumplimiento  de los Mandatos divinos surge la enaltecedora verdad sobre la verdadera vida, que presenta con gozo el Papa, con invitación a aprovecharse de ella, que se da con enaltecedora “participación en la vida misma de Dios”. (nn52a). Esa participación se da cuando, se observan sus  enseñanzas (Jn. 15,15)  y se vive así en íntimo  amor con El (Jn. 14.15), como lo explica su discípulo Juan (II 2,3-7). Gran contraste con el programa gozoso de vida que presenta a los humanos el tentador en el inicio de la creación, al invitar a desobedecer a Dios por “ser como Él” (Gen. 3,5). Es que el que ama de verdad a Dios comprende que es por amor que EL ha dado sus preceptos, y, entonces, en ese espíritu, y sintiéndose realizado, los observaría uno a uno (Mt. 19,18).

Colocados los humanos en esa magnifica realidad, indica el Papa, deben ser custodios de la vida en tal grado de real exaltación, y de cuanto presenta el Evangelio, y pasa a  recordar (n.53) lo expresado por Dios al reorganizar el mundo después del diluvio universal: “Pediré cuentas de la vida del hombre: al hombre”. Atender ese llamado al respeto a la vida humana como “don sagrado” (Gen. 9,5), dado por el Creador, lo recuerda también, con  otra enseñanza, la más antigua no bíblica en el cristianismo, de la Didaché: “Dos caminos hay, uno de vida y otro de muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos caminos” (n.54b).

Tiene a bien, el Papa, referirse al discutido tema de la “pena de muerte”, aplicado ante delitos atroces reiteradamente cometidos por alguien, en donde habla del respeto debida a toda vida humana. “incluida la del reo”, por lo que, sin un rechazo absoluto ante gravísimos crímenes y depravación, pide que, si se admite tal pena, debe ser “con aplicación  muy limitada” (nn. 56 y 57). Insiste en que hay qué tener siempre en cuenta “el absoluto carácter inviolable de la vida humana inocente” (n.57b). ¿Si hay tanta exigencia de cuidado con la vida, aun de los grandes delincuentes, ¿cómo se sentencia tan fácilmente a muerte  a los inocentes niños en el vientre materno?

Es con esas bases tan claras y dignificantes de la vida humana por los que clama el Papa en este precioso Evangelio de la vida, y continúa en veinte numerales más (del 57 al 77) en firmísimo reclamo por la defensa  de este don, el primero dado por Dios y por leyes civilizadas a todo humano viviente, desde su situación embrionaria en el vientre materno (nn. 57 al 63), pasando, luego, con igual énfasis, a  reclamo ante la “eutanasia”  o llamada “suicidio asistido” (nn. 64 a 67). Sobre el particular pone de relieve la gran diferencia entre esa mentalidad, nada correcta, de una “muerte digna”, y el dolor y la muerte asumidos con sentido cristiano, con amor a Dios y a la humanidad, al estilo de lo enseñado por San Pablo (Col.1,24).

Culmina, el Papa, este Capítulo III, con un llamado, para bien de la humanidad, a profundizar en el valor y respeto de los “valores humanos” (n.71), y a promoverlos ante la hoy impulsada “cultura de la muerte”, como una “cultura nueva de la vida, fruto de la cultura de la verdad y del amor”. (n.77d).  Feliz Navidad. (Continuará).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional