MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Octubre de 2013

Del Papa Francisco (IV)

 

Al  lado de las precisiones ya hechas en entregas anteriores (29-09 y 06 y 13 del 10-13), es importante seguir haciendo eco a lo expresado por el Papa Francisco en su amplia entrevista al jesuita Director de Civiltá Cattolica, (19-08-13). Iluminador acercarnos a otros temas tratados con franqueza por el Pontífice, a veces ligeramente interpretados. 

De singular importancia, y de necesarias precisiones, el  tema del puestode la mujer en la Iglesia, al que se refiere el Papa desde su estilo sencillo y franco. Básica reflexión hace al decir que “no hay que confundir la función con la dignidad”. Es de  advertir que no es extraña tal distinción, ya que se da en la dirigencia de los pueblos  en donde la figura del Rey, o Reina, es suprema dignidad en los Estados, pero cuyas funciones son mucho más limitadas que las de un Primer Ministro, sin que esto mengüe su dignidad.

Jesucristo, en el Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, siguiendo la tradición del Antiguo Testamento, no dio funciones sacerdotales a la mujer,  aunque sí otras misiones que en su misma labor aceptara (Lc. 8, 1-3). Es de destacar, sin embargo, que fue a una mujer, antes pecadora, a la que convirtió en la primera  testigo y anunciadora de su Resurrección. (Marc. 16, 9-10). Y, principalmente, surge enseguida, cómo misión la más excelsa en la Iglesia una mujer, María, la Madre de Jesús, por quien viene al mundo (Gal. 4,4), quien le pide su primer milagro, así “no hubiera llegado aún la hora” para ello (Jn. 2,1-11), quien le reclama por la pena que les ha causado con su ausencia, quien escucha humilde su respuesta sobre su propia misión (Lc. 2,48-50), y, luego, lo lleva a Nazareth en donde tiene al Hijo de Dios “bajo su obediencia” (Lc. 2,51).

No obstante es de tener en cuenta, que, cuando se trató de “funciones”, no les dio Jesucristo ni a su Madre, ni a los demás mujeres, solícitas colaboradoras en su misión, ser cabeza visible de la Iglesia, sino a Pedro (Mt. 16,16-19), a quien, a pesar, de su negación, ratifica como tal (Jn. 21,15-17), y fue a los Apóstoles a quienes dio poder de  realizar la Eucaristía (I Cor. II, 25-27), y de perdonar los pecados (Jn. 20,22-23).

Siendo consciente de todo lo anterior, hecho un balance de la mayor dignidad en la Iglesia, llega el Papa a afirmar, que “María, una mujer, es más importnate que los Obispos”, quien sin ser sacerdotisa, tiene la altísima dignidad de ser “Madre de Dios”.Por lo demás, y sin pretender romper milenaria tradición de indudable “dignidad” sin “funciones”  jerárquicas entregadas a la mujer en la Iglesia, tratándose de otras variadas presencias dice el Papa que: “la Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que esta desempeña”, y que “es preciso profundizar más la figura de ella en la Iglesia”. De allí que sin hablar de Sacerdocio, anhela presencia mayor del “genio femenino, en los lugares donde se toman decisiones importantes… allí donde, se ejercita la autoridad”.

A propósito de este tema es de advertir que lo dicho por el Papa Francisco no es estricta novedad pues a lo largo de la historia ha habido momentos de presencia decisoria con actuaciones de la mujer. Allí esta María Santísima en medio de los Apóstoles (Hech. 1,14), allí voz con autoridad, de una Catalina de Siena que le pide al Papa Gregorio XI, en nombre de Dios, regresar de Avignon a Roma (17-01-1377) y se le piden, luego, colaboraciones en Roma. Y no es novedad, tampoco, que en nuestros días, esa presencia femenina, pues la ha habido en medio de Sínodos de Obispos, como la de una Chiara Lubichi, Fundadora del Movimiento Obra de María (1987). También, el cargo de Juez Eclesiástico asignado a mujeres, que no es novedad, es clara presencia de ellas en ejercicio de autoridad en la Iglesia. (Continuará).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional