Ocurrió. Colombia llegó a octavos de final en el mundial femenino de fútbol y al momento de publicar esta columna ya habrá disputado su cupo a cuartos de final. Más allá de lo que haya pasado en ese partido, lo que ya ocurrió con nuestra selección queda en la historia para siempre; es una certeza. Sorteando todo tipo de barreras, estas mujeres llevaron el fútbol a lo más alto y, de paso, pusieron a todo un país a conversar sobre las brechas de género.
Es épico y poético, en los sentidos más profundos de estas dos palabras. Su hazaña resume la lucha por la igualdad y en ella se expresan los logros de varias generaciones de mujeres. Gracias, es lo mínimo que se me ocurre decir. Para ellas todo ha sido difícil. Desde niñas han tenido que confrontar los estereotipos de género y demostrar, a punta de empeño, que hay muchas maneras de ser mujer y que nadie está irremediablemente condenado a la estrechez de una etiqueta.
Escogieron un camino empinado. Se metieron con el fútbol, deporte acaparado por los hombres desde siempre, y mostraron que, aunque el terreno estaba desnivelado y todo jugaba en su contra, ellas eran capaces de meter tantos o más goles que ellos. ¿Cómo sería si, desde el principio, hubieran contado con mejores condiciones para formarse como futbolistas?
a gran victoria de estas jugadoras es que le mostraron al país, con resultados palpables, por qué es tan importante nivelar la cancha de las oportunidades. Cada vez que ellas meten o tapan un gol, es Colombia entera la que gana. Su gesta es una bellísima metáfora de la igualdad en un país profundamente desigual. Si logramos cambiar esto, si logramos hacer de este un país más equitativo, todos vamos a ganar, hombres y mujeres.
Aprender a levantarse cada vez que caen, una y mil veces, ha hecho de ellas las jugadoras poderosas que hoy son. Y es que no solo han tenido que jugar contra los otros equipos; se han enfrentado a la desigualdad salarial, a la poca cobertura mediática, a distintas formas de maltrato y abuso, y a las burlas e insultos de quienes aún se niegan a aceptar que el mundo cambió. Para ellas todo ha sido más difícil. Persistencia, que es la manera poética de llamar a la disciplina, ha sido la palabra clave en esta, su historia.
El camino apenas comienza y lo poco que se alcanza a ver hacia adelante es maravilloso. La FIFA reportó que en el primer partido de Colombia en Sídney se triplicó la audiencia televisiva respecto a la copa femenina anterior. Ese día, 2.84 millones de personas vieron en estas mujeres la valentía de atreverse a soñar y de volver los sueños realidad. La gran lección que hoy nos deja la Selección Colombia Femenina, aún sin saber si pasó a cuartos de final, es creer que todo es posible y hacer hasta lo imposible para que así sea. Gracias, es lo mínimo que se me ocurre decir.
@tatianaduplat