El “retiro” de Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto (Joint Comprehensive Plan of Action), o, para decirlo en palabras más simples, del acuerdo multilateral sobre el programa nuclear iraní, es sin duda uno de los hechos recientes más importantes de la política internacional, marca un hito en la presidencia de Donald Trump, y tendrá (o mejor: ya está teniendo) complejas repercusiones geopolíticas.
En su afán por liquidar el legado de su predecesor, el presidente Trump ha decidido borrar de un plumazo (literalmente) un instrumento clave para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Con todas sus evidentes limitaciones y sus riesgos implícitos, el PAIC establecía, sin embargo, determinadas y precisas condiciones al programa nuclear de Teherán, y señalaba mecanismos de verificación, en algunos aspectos aún más exigentes que los que aplica normalmente el Organismo de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Y en cualquier caso, representaba un avance en la gestión de uno de los problemas más complejos e intratables de la agenda internacional. El retiro de Estados Unidos no resuelve las deficiencias del acuerdo, y ciertamente, pone en entredicho su sostenibilidad.
Jeremi Suri, profesor de la Universidad de Texas (Austin), ha comparado el episodio con “el infame rechazo del Tratado de Versalles por parte del Senado de los Estados Unidos en noviembre de 1919 y nuevamente en marzo de 1920”. Tal vez la comparación sea un poco hiperbólica. No lo es, en cambio, la conclusión a la que llega. Desde su punto de vista, “Otra guerra mundial es improbable en el futuro cercano, pero deberíamos esperar más conflictos, más violencia y más derrotas para un Estados Unidos aislado. Un mundo caótico aumentará la inseguridad de Estados Unidos y lo dejará con menos fuentes de influencia frente a competidores similares, como China, y frente a amenazas revisionistas, como Rusia. Romper los acuerdos multilaterales disminuye la influencia de los Estados Unidos. En las instituciones establecidas, aleja a los que podrían ayudar a los estadounidenses y estimula a los que desean perjudicarlos. Convierte a los Estados Unidos en el enemigo del orden internacional; eso no solo es irresponsable, sino que también es contraproducente”. (La cita es un poco larga, pero vale la pena compartirla con quienes leen esta columna).
Hay muchas cosas negativas e incluso contraproducentes en la decisión de Washington. Acaso una de las peores sea el hecho de que, representando Irán un problema real, nada hace pensar que sabotear de esta manera el PAIC contribuya a resolverlo. Mucho menos en ausencia de una hoja de ruta alternativa. En esta ocasión (¿una vez más?) la política exterior de Trump se asemeja a la filosofía que propugnaban algunos anarquistas-nihilistas del siglo XIX, según la cual hay que destruir lo que existe porque sí, y luego esperar… a ver qué pasa.
Porque ciertamente el problema no es el acuerdo -que aparentemente, Teherán ha venido cumpliendo-, sino Irán. Irán y sus ambiciones en una de las regiones de mayor valor estratégico y también más volátiles del mundo, escenario de una creciente competencia geopolítica. Irán y la Guardia Revolucionaria. Irán y Hezbolá. Irán y su apoyo a los rebeldes hutíes en Yemen (donde, para contar la historia breve pero completa, mide fuerzas por interpuesta persona con Arabia Saudí). Irán y su discurso antisemita y la amenaza real que representa para Israel. Irán y sus otras apuestas, más convencionales, por el reforzamiento de su capacidad militar. Evidentemente, el golpe que la Casa Blanca acaba de propinarle al PAIC no soluciona nada de esto. Antes bien, ensombrece aún más el panorama.
Hay quienes hacen una lectura más favorable, y no sin argumentos. Pero en cualquier caso, con su decisión Trump ha sacrificado una certidumbre -frágil y limitada, si se quiere- por una expectativa indefinida, y lo ha hecho a un enorme costo para los propios intereses de Estados Unidos, no sólo frente a Irán, sino frente a sus aliados, sus amigos y sus rivales.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales