“No puede haber buena política exterior sin buen servicio exterior”
Hay que defender la carrera diplomática. Por eso está bien que cada vez que el Gobierno toma decisiones que la afectan -como nombramientos francamente indefendibles, prácticas inexplicables, o nuevas regulaciones sobre su funcionamiento- se oigan las voces de quienes forman parte de ella, de los expertos (por mucho o poco conocimiento de su realidad que tengan), de los formadores de opinión, y de los ciudadanos (a quienes interesa -y tienen razón en exigir- un servicio exterior capaz de hacer oportuna y efectiva la protección que el Estado debe a todos los colombianos, incluso en suelo extranjero).
Hay que defender la carrera diplomática. Porque el buen servicio público requiere una sólida burocracia, adecuadamente formada y especializada, justamente remunerada, provista de garantías de estabilidad frente a los vaivenes políticos propios de la democracia -que no deben comprometer el funcionamiento del Estado ni su capacidad para cumplir los fines constitucionales-, competente y socialmente respetada. Y a todo ello puede contribuir la carrera diplomática, cuando de ella forman parte los mejores funcionarios posibles, mediante un riguroso concurso de ingreso y exigentes procesos de evaluación y competencia para quienes aspiran a permanecer y ascender en ella.
Hay que defender la carrera diplomática. Porque aunque una cosa es la política exterior y otra el servicio exterior, no puede haber buena política exterior sin el respaldo de un cuerpo de funcionarios comprometido, curtido y entrenado, que a lo largo de los años acumula práctica y conocimiento.
Hay que defender la carrera diplomática. Porque aunque no sea una panacea, ni garantice por sí sola el éxito de la política exterior -que como toda política, y de manera especialísima, debe ser definida y orientada por políticos-, sí constituye un recurso que, bien empleado, puede traducirse en instrumento eficaz para el logro de los intereses nacionales.
Hay defender la carrera diplomática. Pero eso es muy distinto a anteponer a cualquier otra consideración los intereses gremiales y estamentales de los funcionarios que forman parte de ella, por muy legítima que sea su voz a la hora de manifestarlos, y por muy importante que sea su intervención a la hora de definir las pautas que deben regirla.
Hay que defender la carrera diplomática. Pero su defensa de fondo no se hace contando el número de funcionarios de carrera con rango de embajador que son designados jefes de misión en el extranjero. Aunque aparentemente objetivo, ese argumento -en todo caso efectista- es engañoso. Una cosa es el embajador como agente político y diplomático de un gobierno, y otra cosa es un funcionario del servicio exterior con rango de embajador. No hay contradicción entre una y otra categoría, porque son distintas en naturaleza. No se es embajador, en el servicio exterior, por estar a la cabeza de una embajada, sino por haber alcanzado la cumbre de una larga carrera y haber recorrido, con excelencia, la trayectoria de toda una vida.
Hay que defender la carrera diplomática. Ello implica fomentar la selectividad y la competencia. Atraer, retener y promover a los mejores. Inmunizarla, tanto como sea posible, frente al anquilosamiento y la autocomplacencia, que son dos de los principales vicios de toda burocracia (pública, privada, e incluso académica).
Hay que defender la carrera diplomática. A veces algunas noticias resultan desalentadoras -por ejemplo: ¿qué antecedentes o experticia para el ejercicio de la función consular tiene el presentador de televisión de marras designado en San Francisco? ¿Con qué lógica afirma el propio Presidente que uno de los méritos de un embajador no-de-carrera es provenir de “buena familia”? Sin embargo, hay que persistir en el esfuerzo y hacer lo necesario para alcanzar ese propósito.
Hay que defender la carrera diplomática. Desde la propia carrera, y con los embajadores no-de-carrera (que saben muy bien cuán imprescindibles son los funcionarios sí-de-carrera). Desde las universidades y los medios de comunicación. Desde el Congreso y la Cancillería. Y con firme compromiso, desde el próximo gobierno.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales