Colombia ha avanzado en el hábito de evaluar el impacto de los programas y medidas que pone en marcha. Infortunadamente a pesar de los avances todavía pululan programas en los cuales se inviertan nuestros impuestos, se distorsionan mercados o sencillamente son inocuos y no cumplen con sus objetivos.
Por eso estamos muy contentos con la histórica inclusión, que para muchos pasó desapercibida, en el proyecto de “Borrón y Cuenta Nueva” de la proposición que presenté y que fue aprobada por una amplia mayoría (143 votos sí contra 5 votos no) para que pasados dos años de la implementación del proyecto se mida su impacto y así conocer si efectivamente cumplió con su propósito. Hasta ahora no se había incluido la orden de evaluación de una ley en la misma ley. Es la primera vez que pasa.
La media establece que el Gobierno Nacional, a través de la Unidad de Regulación Financiera y las entidades que el Ministerio de Hacienda determine, deberá realizar una evaluación de impacto de los efectos de esta ley. Con el fin de evaluar la efectividad en el objetivo de facilitar el acceso al crédito. Entre otras cosas, se podrá saber si encareció el crédito o si aumentó la inclusión financiera de los jóvenes y de las mujeres. Al finalizar la evaluación de impacto se presentará y publicará un reporte.
Es histórico, porque abrimos la puerta para que se incremente el uso de evidencia técnica en la creación de leyes. A mis colegas en el Congreso gracias por este paso y ojalá que sea apenas uno para avanzar en este tipo de legislación.
Y es que en el ejercicio legislativo constantemente nos enfrentamos a proyectos de ley bien intencionados, y muy populares entre la ciudadanía, que deben ser analizados con lupa, porque su aprobación podría traer efectos no deseados.
Tenemos que dar un paso más allá de unidades de evaluación. Tenemos que perderle el miedo a que en las mismas leyes se incluya la evaluación. Solo así podemos tener más tranquilidad que lo que el Congreso plantee realmente beneficie a la ciudadanía.
Es difícil plantear que como congresistas no nos las sabemos todas. Es difícil no sucumbir al populismo y dejar que sean los datos puros y duros los que evalúen las ventajas y los que nos digan si una política o una ley deben ser o no escalados, pero en la medida en que lo hagamos con rigor y disciplina mejor emplearemos los recursos que con tanto esfuerzo empleamos con las mejores intenciones.
Vale la pena hacer mediciones que permitan evaluar resultados concretos y dejar la puerta abierta para ajustar, si es necesario. Las buenas políticas públicas se construyen haciendo evaluaciones periódicas de sus impactos. Ojalá este sea el primer paso para otras mediciones.
Esta columna es dedicada a Ximena Peña, brillante economista que se la llevó un cáncer muy tempranamente y que además de todo lo que me enseñó de la vida, escribió guía que a muchos nos educó sobre la importancia de la evaluación de impacto técnica y rigurosa.