ENTRE la tensión y temor por el reiterado anuncio del régimen de que habrá un “baño de sangre” si no gana Nicolás Maduro y la mayoritaria ilusión de que llegó la hora del cambio encarnada en el opositor Edmundo González Urrutia, catapultado por la incansable campaña de María Corina Machado, los venezolanos definen en las urnas este domingo el futuro de su país, en un duelo que, evocando al mandatario estadounidense, va más allá: es una lucha por el alma y la reconstrucción de la nación.
La atención global se centra este fin de semana en este país latinoamericano, donde nunca como antes es altamente un ‘punto de inflexión’ política que ponga fin a 25 años del chavismo en el poder por razones tan claras como contundentes: la mutación del programa ideológico de redistribución de ingresos para impulsar a la población más vulnerable del desaparecido Hugo Chávez a un madurismo que pese a tener un tinte de lo ‘social’ priorizó en enquistamiento de una élite conformada por su círculo cercano y militares que se han beneficiado económicamente del poder -sin importar el medio para ello-; una inédita crisis económica -a pesar de sus riquezas naturales-, una diáspora de 7 millones de ciudadanos –la mayoría en busca de un mejor futuro pero gran parte por la persecución política por disentir-, el incumplimiento de las promesas del régimen y una intensa campaña de la oposición que supo encausar el descontento, cansancio y anhelos de libertad.
La jornada electoral de este domingo, a la que el régimen se vio forzado por presión de Estados Unidos que levantó temporalmente las sanciones económicas (impuestas en 2019 por el entonces mandatario Donald Trump) a cambio de ello, es una prueba ácida para el ‘mutado chavismo’ que, evidentemente, vive sus horas más bajas y de allí las temerarias advertencias de violencia y guerra civil.
Más allá del discurso madurista de “victoria por paliza” o el edmunista de “hasta el final”, el llamado global es porque la elección sea transparente y se respete el resultado de las urnas. Gigantescas dudas se ciernen sobre estos dos pedidos ya que el Consejo Nacional Electoral -al igual que las instituciones y demás poderes- está coptado por el régimen y, al igual, se impidió la participación de los líderes opositores con fallos injustificados.
A ello hay que adicionar que el viernes, sin justificación alguna, el régimen decidió expulsar a algunas delegaciones como la del Partido Popular español (PP) que habían llegado a Caracas para actuar como observadores electorales.
Y lo que más preocupa, dentro y fuera de este país, que pese a tener las mayores reservas de hidrocarburos en el mundo enfrenta desde hace no menos de una década una grave crisis social, económica y política, con una corrupción tan galopante como la inflación, es que se registre un estallido violento, independientemente de quien resulte ganador. Ese temor invade a todos los venezolanos, sin importar el lugar donde estén: los que allí permanecen y, con mayor énfasis, a los que más de 7 millones que se vieron forzados a emigrar ya que aúnan el sentimiento de la distancia con no poder ejercer su derecho al voto, porque el régimen no lo facilitó en gran número de naciones.
Desde el momento en que se oficializó la candidatura opositora de Edmundo González Urrutia, un exdiplomático de 74 años a quién nunca se le pasó por la cabeza estar en esa posición, las encuestas comenzaron a evidenciar que la infatigable líder María Corina Machado le habría logrado no sólo ‘endosar’ sino acrecentar esa cauda electoral, al punto que las encuestas le auguran un triunfo con al menos 20 puntos de ventaja sobre Maduro, lo que obviamente éste y sus áulicos desmienten.
Las mediciones realizadas hasta el viernes por ClearPath Strategies, Delphos, Consultores 21, More Consulting y ORC Consultores coinciden en la ventaja mencionada anteriormente. La primera firma, según informó el diario “La Tercera”, señala que el 61% de los votantes opositores e independientes citaron el apoyo de Machado a González como la primera razón para votar por él. Todas a una indican que la carta opositora ganaría con el 57% del apoyo de las urnas, mientras que el oficialista lograría un máximo 31%.
La participación es clave y aunque el régimen apostaría porque fuera baja ya que su techo de 30% de popularidad le pueda dar la victoria, las proyecciones la ubican en un 80% de los convocados, que como se saben no es la totalidad del censo electoral ya que, de los 21 millones de habilitados, solo podrán hacerlo 17 millones.
Como era de esperarse, el régimen madurista desmiente esos estudios y, aseguran que los números indicados se darán pero al revés, es decir, favorables al candidato-presidente. Agregan que los sondeos “son fabricados” para justificar una denuncia de fraude.
Vale resaltar que ni las inhabilitaciones electorales injustificadas ni la incesante represión a la oposición, que se materializó con el impedimento a Machado, el exilio para otros líderes (Juan Guaidó, Leopoldo López, Henrique Capriles, y decenas más), el encarcelamiento arbitrario de 149 personas, de ellos 135 directamente vinculados con la gira nacional y campaña de Machado según la ONG Foro Penal, detuvieron este movimiento cívico que su lema ‘Hasta el final’ es el fiel reflejo de un titánico esfuerzo y que su permanencia, pese a esa represión, es ya un inobjetable triunfo político.
¿Y el día después?
Con el deseo de que no se registre ningún hecho violento poselectoral y que las partes respeten el resultado expresado en las urnas, surgen varias dudas, pero especialmente la posición de Estados Unidos que, como se sabe, fue el que promovió el Acuerdo de Barbados y, a través del mismo que se realizara la jornada electoral de este domingo, algo impensable hace un año.
¿Qué hará Estados Unidos si Nicolás Maduro se declara vencedor en las elecciones en Venezuela con un resultado amañado? ¿Si perdiendo se niega a entregar el poder? ¿Qué paso darán las Fuerzas Armadas? ¿Y si en franca lid gana la oposición?
Esas inquietudes están en el gobierno norteamericano y como preámbulo de lo que pueda ocurrir, Brian Nichols, jefe de la diplomacia para América Latina anticipó en una sesión del Congreso en días pasados que "examinaremos toda la información de las presidenciales del domingo y "entonces tomaremos una decisión…No vamos a apresurarnos a juzgar".
Nichols recordó que la ley venezolana permite que el consejo electoral anuncie el resultado al día siguiente de los comicios y tendría plazo hasta el 2 de agosto para publicarlos de forma detallada.
Vale recordar que el gobierno Biden presionó a Maduro con el restablecimiento pleno de las sanciones las que flexibilizó desde enero- al petróleo y al gas si incumplía la hoja de ruta electoral y mantenía la represión a sus detractores. Ese compás de espera estaría por llegar a su fin.
En un memorando, el Centro para América Latina Adrienne Arsht y el Instituto Jack D. Gordon de Políticas Públicas de la Universidad Internacional de Florida estiman que Washington debe prepararse para tres escenarios.
Uno es que Maduro sea declarado vencedor sin constancia de que haya habido fraude; otro, que el líder chavista se proclama ganador pese a irregularidades; y, por último, que triunfe la oposición.
Michael Shifter, expresidente del Diálogo Interamericano, una organización con sede en Washington, aconseja a Estados Unidos evitar el "aprovechémonos del petróleo y tratamos de controlar la migración".
Es preferible, dice, que se focalice en ser un "canal de comunicación" en "una eventual negociación política".
"Trabajando con la oposición" podría "ayudar a proporcionar ciertas protecciones y garantías a Maduro y otros funcionarios del chavismo" con el fin de facilitar "una transición", explicó.
En el caso de fraude la presión será enorme, en plena campaña electoral para las elecciones de noviembre en Estados Unidos, que disputarán Trump y muy probablemente la vicepresidenta Kamala Harris.
Es muy posible que se alcen voces pidiendo medidas drásticas como la reimposición de todas las sanciones y la supresión de la licencia del gigante estadounidense Chevron.
Hacer eso "sería contraproducente" porque se ha visto que son "medidas ineficaces (...) que perjudican a las personas equivocadas, empeorando la crisis humanitaria y fomentando la inmigración", apunta Shifter.
Rebecca Hanson, profesora del departamento de derecho de la Universidad de Florida, coincide en que las sanciones "tienen poco o ningún impacto en los cálculos políticos de Maduro".
En un caso de fraude masivo, Shifter estima que el gobierno de Biden actuará con Brasil y Colombia para tratar de convencer al chavismo "de que esto no es una situación sostenible", que "los venezolanos no lo aceptarán y habrá disturbios".
En el memorando, el Centro para América Latina Adrienne Arsht y el Instituto Jack D. Gordon de Políticas Públicas coinciden en la importancia de promover "una respuesta regional" liderada por esos dos países.
"Independientemente del resultado" Estados Unidos debe considerar "los beneficios a largo plazo de una mayor presencia occidental en Venezuela", actualmente aliada de China, Rusia y Cuba, añaden.
Ahora, si gana la oposición la situación sería más fácil y Edmundo González anticipó que buscaría restablecer la relación amistosa, de inmediato, con Estados Unidos.
Este domingo los venezolanos tienen la mejor oportunidad, en más de una década, de elegir a su propio gobierno. Con su voto pueden resurgir la democracia o dar el salto hacia el abismo de una dictadura sin fin.