En defensa de la democracia; en contra de la impunidad que se le ha dado a los criminales de las Farc y del cogobierno de facto que se pretende montar con ese grupo narcoterrorista; contra la camisa de fuerza que se nos está imponiendo a través de la dictadura del fast track; contra Juan Manuel Santos, su corrupción y su traición a los colombianos amantes de la paz, amantes de la honestidad y la verdad; ¡Por Colombia! Llueva o truene, el 1 de abril marcharemos.
Si hoy callamos, si aceptamos lo que está ocurriendo, si nos dejamos acorralar o escogemos no participar en la defensa de nuestra democracia, o lo que nos queda de ella, mañana lo habremos perdido todo.
Quizá muchos no crean que lo que ocurre hoy en Venezuela nos pueda ocurrir a nosotros. Quizá, piensen que es una exageración lo que se dice, que es solo una estrategia para asustarlos; que la escasez y el hambre que vemos en el hermano país jamás va suceder aquí; que la persecución a la oposición no se dará en Colombia. Pues se equivocan; para los que no se han enterado, la persecución ya está ocurriendo, la anulación de las Cortes de Justicia y el Congreso ya es un hecho, lo vemos a diario y es copia idéntica de cómo el chavismo fue destruyendo, paso a paso, la democracia en Venezuela.
En el 2010 Santos se presentó como el candidato que continuaría con las políticas del presidente Álvaro Uribe, algo que proclamó por todo el país en un sin número de discursos. Santos, como el más leal de los uribistas, alabó sin descanso los resultados de ese gobierno, del que formó parte, y juró, no una, sino mil veces, continuar su obra hasta acabar con las Farc.
Mintió, descaradamente, y no ha parado de mentir desde que fue electo. Tampoco ha parado de perseguir a quienes fueron sus compañeros durante el gobierno de Uribe y al mismo Uribe y a su familia.
Hoy sabemos que sus dos campañas presidenciales no sólo fueron plagadas de sus mentiras, sino permeadas por dineros de la gran corruptora Odebrecht. Lo que hoy sabemos, casi con seguridad, es solo la punta de lo que se irá descubriendo a medida que se le vaya acabando su tiempo en el poder y “la mermelada” disponible para repartir.
Hoy el Congreso ha sido reducido a una sumisa notaría, dependiente de las órdenes emanadas de la oficina de Santos. Las Cortes dóciles, por motivos políticos o gabelas concedidas a familiares (ambas cosas inadmisibles en un Estado de Derecho), aprueban lo que ordene el Presidente; lo mismo hacen los medios, bien aceitados con millonarios contratos y otras jugosas gabelas.
Las Farc, casi derrotadas al final del gobierno de Uribe, hoy han sido premiadas por un acuerdo que, como ya todos sabemos, las llena de privilegios y les da prácticamente inmunidad a sus jefes máximos, quienes ordenaron los más atroces crímenes por décadas.
Hoy hemos regresado a ser el mayor productor de cocaína de mundo. Culpa de la concesión de Santos a las Farc de suspender la fumigación de los cultivos.
Y mientras tanto el No al mal llamado acuerdo de paz, manifestado democráticamente en las urnas por el pueblo colombiano, ha sido pisoteado. Por eso y mucho más, el 1 de abril saldremos a la calle a marchar por Colombia.