Caramba, definitivamente el Presidente Juan Manuel Santos es el mejor actor del momento. Sin duda es un maestro del arte dramático. Cada uno de sus actos es una verdadera obra histriónica. Cambia de personalidad con la maestría del camaleón, sabe camuflar su verdadero color de acuerdo a lo que le conviene para sobrevivir.
Hoy pido un “standing ovación”, (un aplauso cerrado), por sus actuaciones. Cada una de ellas nos deslumbra, más y más. Hace que nos recorran escalofríos por el cuerpo. ¡Su impavidez al mentir es inigualable!
Repasemos algunas de sus mejores actuaciones. ¿Quién puede olvidar el respeto y admiración que expresaba por el Presidente Álvaro Uribe cuando era su ministro? Recordemos cómo no se cansaba de repetir que Uribe era: “el mejor Presidente que había tenido Colombia”. Cómo, para él sería un honor continuar con su obra. Cómo él sería el defensor de su Política de Seguridad. Recordemos con qué orgullo se expresaba de sus compañeros de gobierno, (hoy muchos de ellos perseguidos o encarcelados).
Esa estupenda actuación le valió ser electo como Presidente de Colombia, con los votos y apoyo de Uribe y sus seguidores. Todos, inocentemente, se creyeron el cuento. A nadie se le ocurrió pensar que era solo la representación de un gran actor.
El día de su posesión como Presidente fue su obra culminante. Ocasionalmente me gusta revisitar ese momento. Voy a YouTube y allí encuentro a Santos, ya con la banda presidencial, haciéndole un gran homenaje a Uribe. ¡Magistral actuación! Nada había allí de verdad, era una comedia macabra; sin embargo, todos lo creyeron.
Y así han pasado sus años de gobierno. Hemos visto toda clase de representaciones, a veces drama, a veces comedia, siempre bien montadas y bien actuadas, con grandes actores secundarios que convencen.
Pero nada igual al guion de la firma del acuerdo de La Habana en Cartagena. ¡Eso sí que fue grandioso! El discurso, recitando las “gloriosas” estrofas del Himno Nacional. La voz temblorosa, emocionada. Los atuendos de todos los artistas, de impecable lino blanco, aun los malos de la obra, como inocentes palomas. La música, las miradas intensas, las lágrimas de las señoras. Hasta la aparición sorpresiva del avión de combate sobrevolando el escenario que estuvieron a punto de matar del susto a varios de los malos. Todo fue fenomenal. ¡Qué actuación, Dios mío! ¡Que montaje!
Pero algunos malvados incrédulos, llamados los del No, supieron poner en duda sus delirantes actuaciones y se atrevieron a derrotarlo en el plebiscito montado por él mismo. Santos, haciendo acopio de sus talentos histriónicos, los hizo creer que aceptaba su derrota y prometió oír al pueblo y acatar su mandato.
Citó, entonces a consulta a los ganadores del No. Fingió oírlos, como si de verdad los oyera. Envió a sus actores de reparto de regreso a La Habana a renegociar el acuerdo y, luego de una semana, declaró emocionado, haciendo cara de magnanimidad, confesando su errores y garantizando la verdad, que ya había otro acuerdo firmado. ¡Sin más consultas a los ganadores del plebiscito! Impávidamente, una vez más, le puso conejo al pueblo.
Realmente ¡cómo miente y engaña de bien Santos! Se merece un Oscar. Inmediatamente la Cancillería y las embajadas deben dedicar todos sus esfuerzos a lograrlo, tal como lo hicieron con el Nobel.