RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Junio de 2012

La conciencia acechada

La sensación permanente de carencia de paz que acompaña la vida de muchísima gente hoy día puede tener que ver con que la conciencia está acosada sin descanso. Nociones básicas y profundamente arraigadas en la naturaleza del hombre y de la mujer han venido sufriendo de tiempo atrás una presión realmente difícil de tolerar. Son nociones ligadas al ser, a la identidad, a las características propias de toda criatura humana. Y sin embargo se siente en el ambiente una fuerza insana para que se abandone, no digamos esas ideas o conceptos, sino lo que constituye más profundamente a las personas como tales.

Cualquiera podría pensar que la enorme presión e ideología que se han empeñado en demoler la conciencia humana estarían recogiendo ya los frutos de una humanidad más libre y feliz. Y no obstante, lo que se respira en todos los ambientes es un desasosiego desesperante, una sensación de ruptura interior que no se sana fácilmente y muchos, pero muchos signos de soledad y sinsentido. El ideal de un hombre y una mujer sin conciencia o con una, pero totalmente alterada, no ha logrado nada diferente a convertir un estado pretendidamente transitorio, en una constante que corroe interiormente a los habitantes del planeta.

Los promotores del nuevo desorden, porque no es un orden, sienten que han descubierto al verdadero ser humano, pero que para hacerlo visible hay que demoler al antiguo, a aquel que deambula sobre la Tierra hace miles de años. Toda la sabiduría acumulada, la conciencia desarrollada, la mente alcanzada, el espíritu vivificado, y quizás también el cuerpo, no son sino fósiles de un ser inferior y avejentado. En esta ardua tarea de demolición se han encontrado con la necesidad de abolir también la naturaleza. Casi que asistimos a una pretendida refundación de la creación. El propósito no es pequeño ni sus riesgos menores.

Pensadores y filósofos, a veces también teólogos, en cantidades no despreciables están por lo menos acorralados y difícilmente levantan la voz para hacer la tarea de siempre que es mantener al ser de todo lo que existe en su condición primordial. Prefieren complacer para vender. ¡Ah! Porque los que acechan la conciencia son unos vendedores de película y sus palabras y publicaciones siempre coinciden con ferias y promociones. Parece en vano seguir discutiendo sobre innumerables temas y habría que volver a la filosofía y a la verdadera teología para salvar la conciencia, es decir, al hombre y a la mujer.