La Constitución ha muerto
A pesar del poderoso y bello espíritu que ha acompañado a nuestra Constitución Política desde sus inicios, el descabellado procedimiento de su proclamación, la ilegal forma de su aprobación y la ausencia total y absoluta de técnica jurídica hicieron de ella un texto inocuo e inoperante en sí mismo, es decir, un texto inconstitucional, aun cuando suene paradójico.
La reciente crisis política derivada de la imprudencia de un gobierno cuyo único propósito es expedir normas por malas e inconvenientes que ellas sean aunado a la “audacia” parlamentaria, devino en una crisis de Estado que no va a poderse solucionar por el camino de la legalidad como quiera que la Constitución no ofrece las herramientas jurídicas para ello.
Las constituciones políticas tienen la gran virtualidad, el gran propósito, de constituir, crear, fundamentar un Estado; de allí su nombre: “ley fundamental”, pero cuando ella no está bien elaborada, es contradictoria en su texto y anti técnicamente redactada amén de políticamente desenfocada, pues no queda otra opción que arreglarla por el camino.
Ese camino está plagado de reformas constitucionales que hoy por hoy se cuentan por decenas así como infinidad de fallos de nuestra Corte Constitucional que hacen incomprensible su texto, con lo cual, a la hora de necesitar de sus luces y aportes, el contenido es inoperante por cuanto no cuenta, como en el caso actual, con las herramientas para poder dirimir las crisis de Estado.
La reforma propuesta era pésima desde un principio pero su trámite lo fue aún peor. Ello llevó a una indignación comunitaria enorme que devino en una iniciativa de arreglo, se nos antoja decir, inconstitucional.
La creatividad de los constitucionalistas -como lo denomina el presidente Santos- está cifrada en decir que La ley 5, Ley orgánica del Congreso, es parte de la Constitución porque a juicio de la Corte Constitucional ella hace parte del denominado Bloque de constitucionalidad, razón ésta que les sirve para sostener la posibilidad de objetar y no publicar la reforma expedida a solicitud del Gobierno nacional y de manera regular aprobada por el Congreso.
Todas esas maromas jurídicas de nuestros “creativos abogados” obedecen a la falta de claridad constitucional y ello se debe a que con tanta reforma, con tanta sentencia y con tanta interpretación que le cabe a tan mal logrado texto constitucional, no tenemos hoy, ciertamente, una ley fundante.
La Constitución estaba muerta de antaño y la reforma a la justicia la ha desenterrado para mostrar su cadáver.
*Presidente de la Corporación Siglo XXI