Pasó septiembre, llegó octubre y el mundo entero se quedó esperando que en Múnich dijeran ¡Prost!, y que los jarros rebosaran espuma y que los amigos se abrazaran para celebrar la fortuna de estar juntos. Este año no hubo Oktoberfest, la pandemia no lo permitió. Alguien alcanzó a proponer hacerlo con medidas de distanciamiento pero dijeron, con razón, que era un contrasentido. El festival convoca cada año a seis millones de personas que beben, juntas, seis millones de litros de cerveza; no tiene sentido hacer esto distanciados. Los ecos del festival llegan últimamente a Colombia y resuenan, pues la cerveza es la bebida más consumida en nuestro país.
Este acentuado arraigo popular de la cerveza en Colombia tiene todo que ver con su historia y, aunque pueda sonar contradictorio, con la historia de la salud pública. Si, ¡salud! En el país, la cerveza empezó a producirse a finales del Siglo XIX, acompañada de las promesas y premisas de la revolución industrial. La cerveza se promovió como una bebida higiénica moderna y le declaró la guerra a muerte a la chicha, símbolo de un mundo tradicional, rural, indígena y campesino que no parecía tener cabida en aquella manera de vivir (ni en esta, por lo visto). En un país que no contaba con agua potable y saneamiento ambiental, la cerveza, más diluida y más barata que en otras partes del mundo, se convirtió en una de las primeras bebidas embotelladas y, así, en una de las más seguras, higiénicas y salubres que pudieran encontrarse.
Desde muy temprano llegó hasta allá, hasta el último rincón. La cerveza llegó a los pueblos mucho antes que el Estado y esto dice mucho de la cerveza pero, sobre todo, de nuestro lánguido Estado. Con ansias se esperaba el camión de la cerveza y, con certeza, este siempre terminaba llegando. En Bogotá las chicherías se convirtieron en bastiones de resistencia de un modo de ser que aún hoy reclama reconocimiento. Paradójicamente, muchas de estas fábricas clandestinas se instalaron en el barrio La Perseverancia que albergaba a los obreros de la cervecería Bavaria. Higiénica, No Más Chicha, Bavaria Popular y La Pola, son solo algunas de las marcas que se vendieron durante la primera mitad del siglo XX y dejaron constancia de tantas tensiones culturales aún no resueltas.
La calidad del agua y las condiciones de saneamiento mejoraron notablemente en las últimas décadas, sin embargo el acceso universal al agua potable continuó siendo un reto enorme en nuestro país; casi tanto como la aceptación de la diversidad. Este año no hubo Oktoberfest, ni en Múnich ni en Colombia. Lo cierto es que a la gente le da igual, toma cerveza porque así celebra la fortuna de estar viva y porque, en todo caso, en muchos pueblos, sigue siendo más seguro que tomar agua de la llave. No hubo Oktoberfest pero la cerveza es la bebida más consumida en este país diverso, vital y rebosante de contradicciones, para qué más. Si hay salud y vida, tenemos todo.