SAMUEL HOYOS MEJÍA* | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Octubre de 2013

Thania Vega

 

Según  el dicho, detrás de un gran hombre hay una gran mujer, y el caso de Thania Vega y su esposo, el coronel Plazas, lo confirma. Su historia es una historia sin igual, una mezcla de heroísmo, sufrimiento, atropellos, amor y sacrificios. Esta admirable pareja vive en medio de una situación en la cual, una persona normal lo único que haría sería huir o refugiarse en la depresión y la desesperanza. Pero Thania ha decidido alzar la voz y darnos una lección de grandeza a los colombianos.

La injusticia le arrebató a su esposo y con él su libertad, la injusticia rompió su unidad familiar ante las amenazas de quienes no duermen tranquilos hasta no acabarlos, la injusticia acabó con su modesto y honrado patrimonio familiar, producto de 40 años de sacrificio por la patria. La injusticia les arrebató a sus hijos el amor por Colombia, al no poder entender cómo un país para el cual se entregó su padre, ahora los maltrata y los obliga al exilio.

El coronel Plazas lleva más de cinco años preso por cuenta de falsos testigos y de una justicia, muchas veces, impulsada por los intereses de la mafia y del fracasado comunismo terrorista. Carteles de abogados sedientos de millonarias indemnizaciones, compran testigos, jueces y fiscales, se aprovechan del dolor de las víctimas y las manipulan haciéndoles creer que el victimario es el Estado, ofreciéndoles justicia condenando a un inocente y una pequeña indemnización que haga más llevadero su dolor.

Pero hoy no quiero hablar del Coronel, quiero hablar de Thania, cuyo ejemplo de dignidad y de grandeza, nos es obligado seguir. Esta gran mujer, que bien podría estar internada en grupos de oración o tomando antidepresivos para no vivir su realidad, decidió, con humildad y convicción, salir a la calle a denunciar, no solo la injusticia de la que ella y su familia son víctimas, sino la de miles de personas injustamente privadas de su libertad por servirle al país.

Una sociedad que no agradece ni defiende a quienes bien le sirven, un Estado que deja sin fuero a sus militares mientras indulta a los peores asesinos, una justicia politizada que se encarga de castigar a quienes no actúan bajo sus intereses, una clase política cómplice de la derrota del Estado, unos ciudadanos hastiados de la corrupción y de las instituciones; son la causa del desinterés por lo público, por la política, por el servicio al bien común, son la causa del individualismo, incluso de la violencia.

Pocas ganas debería tener Thania Vega de servirle al país, a la sociedad, poco debería confiar en las instituciones, poca gratitud debería quedarle con este pueblo indolente. Pero ha decidido no perder la esperanza, ha decidido trabajar por un mejor país para sus nietos y para los de sus victimarios, a quienes les está diciendo que no se rinde, que podrán tener preso al Coronel, pero que no podrán acabar con su valor ni su grandeza. No entiendo de dónde saca fuerzas, admiro profundamente su capacidad de convertir el sufrimiento y la rabia, en acción y ejemplo de vida.

A mi generación no le gusta la política “porque es una porquería”, ni el sector público “porque pagan mal y después termina preso”. Y tienen razón, es cierto. Pero mientras las personas honestas y con buenas intenciones no se ocupen de velar por los intereses colectivos, ni decidan participar en los asuntos públicos, los corruptos y criminales sí lo harán. Llegará un punto, en que, como Thania, todos seremos víctimas pero será muy tarde para entender que era nuestra obligación participar. Thania llegará al Senado para representar a esas otras víctimas de las que nadie habla y a nadie le importan,  para demostrarnos que la adversidad no puede ser superior a la esperanza y que la expresión más triste de la complicidad, es el desinterés.

*Profesor Universidad Sergio Arboleda